Tiempo de lectura aprox: 4 minutos, 27 segundos
FRANCISCO RODRÍGUEZ / @pacorodriguez
Desde hace algún tiempo se ha venido manejando en los corrillos políticos la sarta de errores y sandeces que se cometen a diario en las oficinas de los improvisados de Palacio Nacional a quienes los morenistas, desde Claudia Sheinbaum para abajo, siguen con fe ciega.
Algunos estropicios no pasan de ser fabulados como viles gazapos, otros como juegos de ñoños, algunos más como trastupijes del juego de Juan Pirulero, otros como sandeces o como viles atracos al presupuesto.
Pero los que atañen a la justicia pura y dura merecen mención aparte. Porque tocan la delgada piel de un colectivo desencantado y en franco repudio a los pueriles procederes de un puñado de palurdos que rayan en la inmundicia y sumen en el profundo descrédito la poca reputación que le resta al país.
Son ciudadanos empoderados de escasa estofa que juegan con la aplicación del Derecho, como si éste no fuera más que un conjunto de reglas vacuas, redactadas y, lo que es peor, interpretadas al contentillo por abogados ignorantes y sin escrúpulo alguno.
Quizá por ello es que el palurdo mayor, Andrés Manuel López Obrador, diga que él está sobre la ley debido a su calidad moral (sic) o que a él no le salgan con el cuento de que la ley es la ley.
Ignorante, como además es, habría que decirle que desde hace miles de años en el mundo civilizado se acata con riguroso juicio el principio jurídico ancestral recopilado en las Pandectas de Justiniano, consistente en que “la ignorancia de la ley no exime de su cumplimiento”.
Este es válido para cualquier ciudadano, por el sólo hecho de existir como persona jurídica. Lo es más para cualquier funcionario que, según el Estado de Derecho “puede hacer sólo aquello que la ley le autoriza”, sin poder prejuzgar sobre una motivación contraria al espíritu del legislador.
Tortura a la norma y doña Norma
Si desde los albores de la presente “comalada” sexenal, fue evidente el desprecio a la ley y a los procedimientos esenciales de la Constitución los constantes ataques a la ministra presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación Norma Piña son una especie de vendetta porque ella no ha puesto al máximo órgano jurisdiccional a las órdenes de AMLO, mal acostumbrado por el renunciante Arturo Zaldívar quien sólo cumplía sus órdenes y satisfacía ilegalmente sus caprichos.
A conveniencia, porque pensaba que con el apoyo de AMLO podría extender su mandato al frente de la SCJN un par de años más, Zaldívar se dedicó a negociar con la administración de la justicia, presionando a jueces y magistrados, ya con amenazas, ya cooptándolos con ofrecimientos de mejoras de todo tipo.
Si desde siempre AMLO se fue con el trapo de las promesas de sus “operadores” para irse por la libre para controlar al Poder Judicial. Ahora a través de los legisladores que asisten a un foro para taparle el ojo al macho, e incluso de los ministros Yasmín Esquivel y Alfredo Gutiérrez aparece ahora la sevicia en forma excesiva, de tortura al ciudadano y a la norma, para eximirse del cumplimiento de la ley e imponer la “ley de la selva” en un proceso errático, torpe y amañado para hacerla pagar todas las culpas de la insólita incompetencia de sus detractores.
Puras tretas de tinterillos huizacheros
Con absurdas y malévolas tretas de tinterillo huizachero, Ricardo Monreal y varios otros legisladores también han atacado a los juzgadores de todos los niveles encajonándolos como corruptos, sin ninguna distinción.
Es increíble el grado de sumisión al poderoso. Es increíble el estado de predicamento en que están poniendo a la justicia estos paniaguados de López Obrador.
El Estado de Derecho, de ser una ilusión pacata, ha pasado a ser un estercolero, en donde, como sostenía el eminente jurista Walter Benjamin, su cumplimiento es la excepción del derecho.
Regresa México a vivir las sandeces jurídicas que relataba Víctor Hugo en Nuestra Señora de París, donde se lee que la gente era procesada y sentenciada por el sólo juicio de los decires, de los cotilleos y cuchicheo de los poderosos.
Ninguno como los actuales gobernantes para que crezca el clamor de la posibilidad del juicio político constitucional a los mandatarios en ejercicio por responsabilidades de omisión y extralimitación en sus funciones.
¿Cuándo “enjuiciarán” nuestros derechos?
Sí antes era una ilusión, hoy se convierte en realidad la revisión puntual de los límites del “Jefe del Estado” para poner frenos al abuso del poder extralegal y el control efectivo de la representación política.
¿Sabrán lo que esto significa en un país de hambrientos?
¿Hablan porque tienen un aparato fonético para hacerlo?
¿O cómo le hacía el titiritero y ventrílocuo Don Carlos a sus personajes Neto y Titino, para hacer reír a la concurrencia con sus dislates?
¿Será que el Poder Judicial va a ser uncido vergonzosamente al cabús del Ejecutivo, en una actitud palafrenera y cortesana, comparable con las etapas más oscuras de la historia?
¿Será que llegó a su punto cero la realidad del hartazgo ciudadano y la incompetencia de los ingobernables, mientras estamos a punto de agarrarnos a mordidas y pedradas los habitantes de a pie de este país? ¿Por qué en serio, verdaderamente en serio, no toman la palabra los ameritados colegios de profesionales del Derecho, sus “barras”, los catedráticos universitarios eméritos y decanos, las voces autorizadas de la opinión pública, los comentaristas de las cejas levantadas?
¿Por qué ninguno de los proverbiales abajo firmantes dice “esta boca es mía”, para espetar siquiera una oración de reproche a los nefastos?
¡No puede ser que todos estén amenazados por un poder que sólo existe en sus mentes!
¿Será que se hizo realidad la maldición de don José López Portillo y ya nos convertimos en un país de cínicos?
¿Será que todos sangran por los poros de sus nóminas?
¿Puede comprarse la voz pública de un país?
¿Puede amordazarse la conciencia de un pueblo, proverbial defensor del Derecho?
¿Están pagando en dólares?
¿Dónde están los ofendidos comentócratas que tanto atacaron las inmundicias que han cometido los consejeros del INE?
Y mientras, los derechos de los ciudadanos –Norma Piña es una ciudadana–, están en tela de juicio. En una reforma al Poder Judicial producto de las veleidades sexenales.
¿Cuándo nuestros derechos, los míos, los de usted, también se sometan a la voluntad de un déspota como el que todavía habita en Palacio Nacional?
¿Ya lo pensó?
Indicios
Luego de que la ministra Yasmín Esquivel pidió a la presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Norma Piña, reflexionar sobre su papel como vínculo con el Poder Legislativo, lo que se interpretó por los presentes como una sugerencia a su renuncia al cargo, la presidenta de la Corte reviró: ni su renuncia ni la reforma judicial de Andrés Manuel López Obrador son cosas que debe reflexionar, reveló el ministro Luis María Aguilar en entrevista radiofónica. El ministro dio detalles de la reunión del lunes por la tarde, a la que convocó la ministra Yasmín Esquivel Mossa, en la que les planteó 7 reflexiones sobre la reforma al Poder Judicial y sobre lo que considera ha sido el papel de Norma Piña en el diálogo con los legisladores de cara a la reforma judicial. Sin embargo, el ministro descartó que Esquivel Mossa haya hecho una propuesta formal al Pleno de la Corte para separar a Piña Hernández del cargo de presidenta de la Corte. * * * Y por hoy es todo. Mi gratitud a usted que leyó estas líneas y, como siempre, mis deseos de que tenga ¡buenas gracias y muchos, muchos días!
https://indicepolitico.comindicepolitico@gmail.com@IndicePolitico@pacorodriguez