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Handicap
*Peña: el nuevo y el viejo PRI
*¿AMLO presidente aceptaría derrotas como las siete tricolores de 2016?
*Elección sin electores, oscurece victoria de Morena aquí; feliz precandidato gorgojo con 3o y 4o lugar nacional a pesar de 420 mil spots
Joaquín Herrera
Los dos damnificados directos, parecen ser Manlio Fabio Beltrones y Agustín Basave. En Insurgentes Norte ya comenzaron a especular si Manlio Fabio Beltrones optará por deja la directiva, como dijo, que lo pensará tras la debacle del domingo 5.
Para el Presidente Peña las elecciones de este 2016 fueron prueba de que la pluralidad y la alternancia “son signos inequívocos de la vitalidad de nuestra democracia”.
Para quienes insisten en que no hay tal “nuevo PRI”, sino solamente Vel Rosita, seguro que esta podría ser una oportunidad para corregir.
“Sin duda –dijo en la Reunión Nacional de Consejeros de BBVA Bancomer- nuestra democracia es perfectible, pero nadie puede negar que hoy en México son exclusivamente los ciudadanos quienes elijen a sus representantes”.
Y México se pregunta ¿si Andrés Manuel López Obrador perdiera un bonche como siete gubernaturas (más de un cuarto territorial del país) aceptaría sin chistar la derrota?
Por ahora, no acepta que perdió en Veracruz ni en Zacatecas. ¿Será por eso que creen que podría ser un buen presidente pero solo los primeros 18 años?
Lecciones
Si de verdad, donde menos se espera salta la liebre, resulta increíble que los Yunes dieron a muchos de sus críticos una lección de civilidad: cuando todos imaginaban una andanada del gobernador Javier Duarte, para provocar un conflicto judicial contra el resultado cantado al entrar la noche del domingo, por TV y de costa a costa, resulta que Héctor Yunes, el derrotadito tricolor, se le adelantó.
En rueda de prensa, declaró que reconocía que el voto no le favorecía –que fue derrotado, pues- y seguro que fue una sorpresa.
Héctor sabe que en 2018, en que vuelven a elegir gobernador, ahora sí por seis años, le podría tocar. Todos sabemos que nadie gana y pierde para siempre ¿Qué, no?
No sería el caso de Puebla. Blanca Alcalá no fue la mejor carta y no lo sería en 2018.
Priistas, aceptan derrota; Morena y PAN, no
La otra lección -cuando en política lo único seguro es lo inesperado, dicen- es que las votaciones probaron que aquí hay una democracia, frecuentemente ninguneada.
Ahora que hay malos ganadores y malos perdedores: los Yunes ya se reconciliaron o al menos ya dejaron de pelear. Pero Morena amenaza con una tormenta porque se dice robada en Veracruz.
Contrasta con el mayor perdedor de 2016, el PRI:
Uno a uno, los priistas derrotados en Quintana Roo, Tamaulipas, Chihuahua, Durango y Veracruz, declararon la misma noche del domingo 5, que fueron derrotados.
Morena, por boca de su candidato derrotado en zacatecas, David Monreal, casi quiere repetir a AMLO, con sus berrinches de paralizar a la capital.
Mal ganador se vio Ricardo Anaya, que en el “debate” en Televisa, se dedicó a insultar a Manlio, en lugar de mostrar por qué ganó la opción azul sola o la que llevó de aliado al PRD.
Agustín Basave (PRD), perdedor si se entiende que su partido no ganó una sola gubernatura y que las que ganó al lado del PAN, siempre dejará la duda de cuanto aportó la opción negroamarilla. Su principal esperanza, Tlaxcala, se le escapó y así, acepta que posiblemente renuncie a la dirigencia del PRD. Como el propio Manlio, dice que va a valorar si se queda en el CEN tricolor.
La Sorpresa
La “sorpresa” –eso se dice de lo inesperado- fue la “operación Trump” de Ricardo Anaya y de Andrés Manuel López Obrador: una lluvia de spots bajo la oleada “antipeñista”.
La táctica de Trump fue en el PAN, 1.7 millones de spots; en el caso de AMLO, fueron casi medio millón de ellos, día y noche, como el precandidato presidencial gorgojo.
El PAN duplicó el récord –dijo Anaya- de cuando mas tres gubernaturas ganadas en unas elecciones y el spot logró catapultar a su partido, pero más a su persona.
Ahora ¿quién dudará de que Ricardo Anaya se posesiona para el 2018? Anaya estaría por encima del gobernador de Puebla, Rafael Moreno Valle y Margarita Zavala, la ex primera dama.
En Morena ¿mejoró la suerte del candidato gorgojo como le llaman algunos críticos, su spotiza? En el score Morena no pasó del corredor; no ganó ninguna de las doce gubernaturas.
Cierto, el partido del tabasqueño pasó de 8.4% de votos que logró en las elecciones de hace un año, su “debut” como partido nuevo –con grillos de la tercera y cuarta edad en elecciones- al 9% este 2016.
Claro, su candidato en Veracruz, llegó a ser mencionado como competidor que “empató” con los dos punteros, aunque quedó a 12 puntos del ganón.
En su coto, que se forjó bajo el apellido Monreal, no logró éxito y quedó 10 puntos abajo del ganador.
En Oaxaca, el ganador, Alejandro Murat, duplicó la votación de Morena, seguro por el “efecto Gabino Cué”, mezclado con el descrédito que se disparó para AMLO por su apuesta por la violencia, vía la CNTE, como antes lo fue la APPO.
Morena se solaza porque ganó la mayoría de bancas en la Asamblea Constituyente de la Ciudad de México.
Para López Obrador es un triunfo sin par aquí, aunque la elección haya sido la más desangelada en comicios de tres décadas:
De los 7 millones, solo dos millones votaron y de ellos, 630 mil lo hicieron por los candidatos de Morena.
Esto hace al partido de AMLO una fuerza, aunque esta sigue reducida al voto cautivo, el voto del ambulantaje y la economía informal que ama a AMLO, su benefactor. Junto con otros sectores, hacen una fuerza que así tiene la mayoría de bancas de la Asamblea Legislativa y ahora en los Constituyentes que les hace creerse la primera fuerza.
Esto, aunque el Jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera no es Moreno, sino perredista, aunque él dice que de dientes para afuera.
El poder de Mancera es el gobierno con más presupuesto de las 32 entidades; gobierna el ombligo de México, su cuna, el mayor centro financiero; la mayor concentración de centros que operan en bolsa, la mayor concentración de bancos, hoteles, universidades, hospitales y escuelas. Es el corazón religioso y aloja a los tres poderes.
Anaya ¿mal ganador?
Ricardo Anaya aparece como el triunfador de la contienda de 2016 e inesperado competidor para las presidenciales de 2018. Pero puede perder ganando, si muestra pobreza en su victoria.
Si algo detesta le respetable es a un perdedor, pero admira al que pierde con dignidad; detesta al mal ganador; el que no soporta sus triunfos y Anaya se acerca a esa imagen.
Así como Jaime Rodríguez, El Bronco, fue el héroe de 2015, con su victoria en Nuevo León, así Ricardo Anaya, aparece como el caso de 2016.
Moches y otros fantasmas de Anaya
El hombre que ganó combatiendo la corrupción, pero solo en spots, seguro habrá olvidado que su partido fue prácticamente el inventor de los “moches”
Fue el escándalo de corrupción en el Partido Acción Nacional (PAN), pero supuestamente el control ya no lo tienen los diputados federales, sino la dirigencia que encabeza Ricardo Anaya, su presidente.
Información del grupo parlamentario azul (concretamente la diputada yucateca Kathia Bolio Pinelo) reveló en una reunión interna, que algunos alcaldes han recibido propuestas del Comité Ejecutivo Nacional (CEN) para gestionarles recursos, a cambio de una comisión de 17%, como reveló Proceso en junio de 2015.
Bien dice el proverbio chino: “cuídate de escoger a tus enemigos; te les puedes parecer”.
El triunfalista líder panista, se ufanó en 1.7 millones de spots de que “si se puede” acabar con corruptos.
Según Proceso la legisladora panista no detalló quiénes son las personas que a nombre del CEN formulan la propuesta, pero el mecanismo que se propone es que la gestión la hará una empresa consultora y cobrará ese porcentaje de los recursos que obtengan.
La legisladora no dio más detalles, pero entre los diputados panistas y de todos los grupos parlamentarios existe enojo porque los recursos para obras que ellos gestionan, y que se han asociado a los “moches”, siguen existiendo, pero los han centralizado las dirigencias de los partidos.
Ese es parte del negro pasado que le saldrá entre mil a Ricardo Anaya ahora que se asume más presidenciable que nunca.