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*En la Cámara de diputados de Hidalgo, velitas y pasteles
Por Antonio Ortigoza Vázquez / @ortigtoza2010
Decía en aquellos tiempos Vicente Lombardo Toledano: «¿Qué hacemos con el Senado? ¿Lo rifamos? ¿Lo vendemos?». Era una ácida crítica ante lo anodino que resultaba ante la opinión pública una cámara legislativa donde ni se legislaba ni se discutía y los ronquidos cimbraban los muros.
Con el tiempo y, primero, con los aguerridos diputados el PAN en las épocas diazordacistas y con la izquierda en los 80, la Cámara de Diputados comenzó a ofrecer debates muy interesantes.
Pero ahora, cuando en 2018 en Morena los candidatos que llegaron a diputados salieron de un cernidor, es decir, de una tómbola, y la oposición por su lado mostró no mucha calidad, pues las cámaras tornaron no a la mediocridad, sino a … la total estulticia.
De todo hemos visto aquí, allá y acullá. Pero sucedió que el pasado jueves, una diputada pluri (of course, diría Monsi) de Morena y por Tula de Allende, en el Congreso estatal de Hidalgo, en realidad rompió todas las estultas marcas establecidas.
Una vez concluida la comparecencia del secretario de Turismo, Eduardo Javier Gómez, la diputada Sharon Macotela tuvo la genial ocurrencia de que, toda vez que no había otro acto —de forma inmediata— oficial programado en el recinto de comisiones legislativas, celebrar ahí mismo, el cumpleaños de su hijita, con pastel y «las mañanitas, entonadas con desgano evidente por los pocos diputados que accedieron a participar en el festejo.
Tal vez, es perfectamente posible, que la «dieta» y viáticos que cobra la diputada Macotela no le alcance para un saloncito barato de fiestas, pero francamente…
Pero eso sí: el infantil festejo de la diputada Macotela, de Morena, puede ser que revele una situación tal vez oculta en las diputaciones del partido en el poder, tanto en el Congreso de la Unión como en los otros 32 Congresos estatales.
Nada raro sería, sino todo lo contrario, que el partido exija a los diputados una cuota tan onerosa que les deje muy poco para sus gastos, personales y familiares.
Ya sucedió, por lo menos en la LII Legislatura (1979-1982), cuando el Partido Comunista Mexicano (PCM), pidió Carta Poder a sus diputados para que la Tesorería del Partido cobrase íntegra sus dietas y en cambio, les entregara una cantidad mensual «equivalente al salario de un obrero promedio».
Por pura casualidad, eso sucedió precisamente en el momento en que el jefe de la Gran Comisión, el hidalguense Humberto Lugo Gil (por presiones de sus compañeros del PRI) ordenó incrementar la dieta a 300 mil pesos mensuales (más viáticos, gastos, etcétera)
Hubo algunos diputados que, muy comunistas y todo, se negaron, como el profesor (RIP), Edmundo Garzón Arzate, quien para entonces ya se había «arrejuntado» con una guapa secretaria y adquirido a plazos un auto nuevo, no muy caro, pero sí de buen ver… para la secre.
Otro, diputado por Guerrero, argumentó: «Yo soy líder campesino y mis paisanos que me vienen a buscar están siempre jodidos y les tengo que dar para el hotel y el camión».
Ninguno de los dos repitió como diputado jamás.
Puede ser, a no dudarlo, que los diputados de Morena, a lo largo y lo ancho del país, se vean en situaciones similares. Se sabe que ya, por lo menos desde que AMLO llegó a jefe del GDF, se les exigía «su moche», exactamente igual que a todos los empleados del gobierno capitalino, policías de infantería incluidos. (Yo vi recibos de pago con el descuento).
Pero los diputados pueden usar la imaginación, como aquella proposición de Jonathan Swift de qué hacer con tantos niños hambrientos en Irlanda.
Tienen mayoría y pueden sacar adelante un acuerdo para que las instalaciones del Congreso se utilicen, en la medida que los actos parlamentarios lo permitan, para bodas, cumpleaños, bautizos, exposiciones industriales/comerciales, desfiles de modas, e inclusive, un «table«.
Digo, son amistosas sugerencias.
