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ACOMODAR LA HISTORIA

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“Uno tiene derecho a tener sus propias opiniones, pero no sus propios hechos”, sentenció en 1983 el senador estadunidense Daniel Patrick Moynihan.

En ese mismo sentido, la interpretación de los hechos históricos puede variar de persona en persona –pues depende de recuentos y valoraciones–, pero nadie puede fechar los acontecimientos por puro antojo.

Por ejemplo, se puede discutir si la Revolución Mexicana significó para el país un avance o un retroceso, pero lo que no puede estar a debate es que, en el Plan de San Luis, Francisco I. Madero convocó a tomar las armas para derrocar al gobierno el 20 de noviembre de 1910 a las seis de la tarde. No fue el día 19 ni el 21, sino el 20 de noviembre; no fue en 1909 ni en 1911, sino, precisamente, en 1910.

Sin embargo, el gobierno federal cree que puede transformar incluso los hechos históricos. Como parte de su programa de conmemoraciones para este año, decidió que en 2021 se festeje el 700 aniversario de la fundación de Tenochtitlan, la capital de los aztecas. Eso significaría que la urbe edificada sobre la zona lacustre del Valle de México, que tanto maravilló al conquistador Hernán Cortés y sus hombres, se habría fundado en 1321. El problema es que no existe evidencia alguna de que haya sido ese año.

El 30 de septiembre pasado, en su conferencia mañanera, el presidente Andrés Manuel López Obrador anunció su plan para celebrar la “independencia y grandeza de México” en 2021.

El canciller Marcelo Ebrard detalló que las conmemoraciones estarían centradas “en tres hitos: 700 años de la fundación de México-Tenochtitlan; 500 años de la memoria histórica de Tenochtitlan (es decir, la caída del imperio azteca ante los conquistadores) y 200 años de la consumación de la Independencia”. A su vez, el director del IMSS, Zoé Robledo, nombrado coordinador del programa, detalló que la primera de esas tres ceremonias se realizaría el 12 de mayo.

Si bien no existe consenso absoluto entre los historiadores sobre la fecha en que fue fundada Tenochtitlan –lugar al que llegaron los aztecas luego de una larga peregrinación, que duró más de dos siglos, desde un lugar real o imaginario llamado Aztlán–, la mayoría concuerda en que fue el 13 de marzo de 1325. Dicha fecha proviene de la Crónica Mexicáyotl, obra escrita por el historiador tenochca Hernando de Alvarado Tezozómoc, descendiente de Moctezuma Xocoyotzin, que narra la migración de los aztecas y su llegada al Valle de Anáhuac y fija la fecha de la fundación de Tenochtitlán en el año 2 calli (o 2 casa), que corresponde a 1325.

En un texto publicado en agosto de 2015 en la revista Siempre! (“Grandeza de México Tenochtitlan”), el actual secretario de Gobierno de la Ciudad de México, José Alfonso Suárez del Real y Aguilera, escribe que “en el verano de 1325, un día 1-cipactli del año 2 calli, hace 690 años, el sueño del sacerdote Cuauhtlequetzqui se cumplió y el grupo nómada proveniente del mítico Aztlán encontró el sitio ordenado por Huitzilopochtli para llegar al ‘lugar de nuestro descanso, quietud y grandeza’”.

En diciembre de 2016, apareció un texto sobre el tema en la revista Arqueología Mexicana firmado por el investigador y profesor de lengua náhuatl Patrick Johansson K. (“La fundación de México-Tenochtitlán. Consideraciones crono-lógicas”) en el que se ofrecen otras posibles fechas, sustentadas en diversas fuentes, como 1324 (Códice Mendocino), 1325 (Crónica Mexicáyotl) y 1363/1364 (Códice Aubin).

El año pasado el Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México publicó en su página web un texto dedicado a la capital de los aztecas y antecedente de la Ciudad de México en el que se afirma que “con base en la Crónica Mexicáyotl, entre otras fuentes, se puede establecer el 13 de marzo de 1325 como la fecha en la que se fundó la ciudad de Tenochtitlan”.

Ninguna fuente habla de 1321, por lo que en este año no se podría celebrar el 700 aniversario de la ciudad. La obstinación de decir lo contrario llevó al reconocido arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma, fundador y director del Proyecto Templo Mayor, a declinar como participante de los festejos.

Para ser serio, el estudio de la historia requiere de fuentes precisas. Por eso la pregunta ¿en qué año ocurrió tal hecho? no debe ser respondida diciendo “el que usted diga, señor Presidente”.

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