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AMLO, LA CLASE MEDIA Y EL “ASPIRACIONISMO

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Por Pascal Beltrán del Río/ @beltrandelrio

Aunque numéricamente no sea el mayor segmento poblacional del país, la clase media urbana ha impulsado a los políticos hacia el poder —particularmente a los presidentes de la República— desde que el voto en México se expresa en libertad.

Vicente Fox no habría ganado la Presidencia en 2000 sin el apoyo de la clase media. Cuando una parte de ella abandonó al PAN, Felipe Calderón por poco pierde en 2006. Un sexenio más tarde, la clase media se dividió en preferencias entre Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador, dejando a la panista Josefina Vázquez Mota en tercer lugar. En 2018, López Obrador capturó por completo los sueños de los clasemedieros y por fin arribó al poder.

En aquella ocasión, la clase media urbana de la Ciudad de México votó en gran mayoría a favor de su candidatura. López Obrador no perdió un solo distrito electoral federal. Incluso ganó el número 10 (Miguel Hidalgo) y el número 15 (Benito Juárez), dos de las demarcaciones con mayor poder adquisitivo. El primero lo ganó con 46% de los votos y el segundo, con 40 por ciento. Aunque eso no alcanzó para que el PAN perdiera la alcaldía de Benito Juárez —que ha estado sólidamente en sus manos desde 2000—, sí fue suficiente para devolver a Morena la de Miguel Hidalgo, que se le había escapado en 2015.

Ahora, con motivo de los resultados de las elecciones intermedias del domingo 6, López Obrador decidió reclamar la pérdida de apoyo a su proyecto por parte de la clase media.

Después de haber arrasado en la Ciudad de México como candidato presidencial en 2018 —obtuvo entonces 3.1 millones de votos en la capital o casi 58% del total—, el tabasqueño debió ver cómo su movimiento se convirtió en segunda fuerza en la capital tres años después, con 1.75 millones contra 1.83 millones de la coalición opositora, de acuerdo con los cómputos electorales.

En los distritos 10 y 15, la oposición ganó con aún más fuerza de la que lo hizo López Obrador en 2018, pues en el primero el triunfo en la elección de diputado federal se lo llevó Margarita Zavala, con 56% de los sufragios, y en el segundo, Luis Alberto Mendoza, con ¡72 por ciento! La coalición opositora ganó también ambas alcaldías.

Las explicaciones por parte del oficialismo sobre lo que le sucedió en el poniente de la Ciudad de México han caído, por lo general, en el victimismo. Salvo el experimentado legislador Pablo Gómez, quien ha recorrido todo el espectro de la izquierda, desde el Partido Comunista hasta Morena, y quien dijo que el tropiezo había sido producto de la soberbia, la interpretación mayoritaria en ese grupo ha sido que quienes le dieron la espalda al lopezobradorismo en la capital lo hicieron a causa de una “campaña de desprestigio” contra el gobierno. Sin embargo, algunos, como Javier Hidalgo, candidato derrotado en el distrito 10, llegó al punto de decir que Margarita Zavala había ganado por “fraude”.

En cuanto al presidente López Obrador, esto fue lo que comentó apenas el viernes pasado en su conferencia mañanera: “¿Quién lo percibió mejor? La gente que nunca recibía nada (…) De repente, empiezan a recibir dinero del Presupuesto (…) y a darse cuenta de que otro México es posible. Ése es el cambio de mentalidad al que apostamos (…) En cambio, un integrante de la clase media-media o media-alta, incluso con licenciatura, maestría, doctorado, está muy difícil de convencer. Porque es una actitud aspiracionista, es triunfar a toda costa, salir adelante. Muy egoísta”.

Así, el mandatario ha decidido pelearse con el sector de la población que lo impulsó al poder. No hay ninguna duda que tuvo el respaldo de la clase media en 2018. Y, de hecho, no lo ha perdido por completo, pues Morena aún contó con él para ganar algunas ciudades del país donde el componente de clase media es muy relevante. Pero si sigue por el mismo camino, demeritando las decisiones electorales de ese sector de la población y sus aspiraciones a vivir mejor —que votó por eso hace tres años—, es casi imposible que pueda recuperar lo perdido y entregarle la Presidencia en 2024 a alguien de su propio movimiento.

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