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Por Samuel Cantón Zetina / @SamuelCanton
En la época de gloria del PRIAN era ¨una bendición¨ que el siguiente gobernador de Tabasco fuera gente del presidente de la República en turno.
Los paisanos entendían que el estado ¨amarraba¨ un buen sexenio.
Así fue hasta Roberto Madrazo, al que Colosio bendijo, aunque a su muerte Salinas de Gortari estuvo a punto de no darle la nominación.
De tratarse de un gobernador no bien visto por el futuro jefe de la Nación -antes solo hombres-, significaba que Tabasco no debía esperar gran cosa y que no serían sus mejores años.
Esfumada la bendición con la muerte de Colosio, Zedillo trató sin éxito de quitar como gobernador al Maratonista.
Si aquello era un regalo del cielo, cuando a Palacio de Gobierno de Villahermosa llegó un elemento al que López Obrador trataba en público de ¨hermano¨, entonces el cielo fue nuestro.
Los resultados de semejante fortuna que difícilmente se repetirá en el próximo siglo saltan a la vista, y se reflejaron de manera absolutamente abrumadora en la elección interna de MORENA.
Sin embargo, bendecido por Dios a pesar de todo, Tabasco regresó al esquema de proyectar su horizonte con esperanza a raíz de la identificación entre Javier May y Claudia Sheinbaum.
Otra combinación, de no haber sido el de Comalcalco el elegido, pudo ser una ¨maldición¨ para el depredado edén.
La maravilla de la coincidencia se observa no solamente tras los anuncios de las grandes obras contempladas para Tabasco (Dios quiera se hagan, y ahora sí bien) sino de la seguridad con que el inminente gobernador las traza por el territorio.
Imaginar el recinto habitado por Tomás Garrido y Carlos A. Madrazo (Quinta Grijalva) nunca más como residencia de inútiles y rateros, nutre el alma.
Por esa misma gracia divina que permitirá que Tabasco continúe empatado con el poder central, podemos saber que May será un gobernador fuerte y que no tardará en sacudirse a los que no supieron aprovechar una oportunidad histórica única.