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Una gran diferencia tuvo que ver con el cierren, o no, de las ciudades y países. China. Por ejemplo, suspendió o redujo drásticamente la comunicación por aire de sus metrópolis -en un país de ¡mil 400 millones! de personas, todo es en grande-, pero la mantuvo con todo el mundo.
Y, claro, paró de inmediato a Wuhan y a sus 11 millones de habitantes.
Por eso el virus “viajó” tan poco en un territorio de 9 mil 600 millones de kilómetros (casi 5 tantos México). Apenas 2 mil kilómetros desde Wuhan.
El mismo Gigante Asiático cerró luego uno de sus más importantes aeropuertos: el de Shangai, para evitar que el COVID -ya disperso en Europa y América- entrara ya de regreso.
Los gobernantes que no creyeron en la gravedad de la pandemia, reaccionaron tarde y no aislaron a sus naciones y urbes.
EEUU notificó un caso el 21 de enero -primero fuera de Asia-, cuando China informó el 31 de diciembre del brote en Wuhan.
Trump payaseó, y se negó a parar la economía.
Al tope de difuntos, se inventó la probable invasión a Venezuela para distraer la atención.
Un hecho que revela la importancia fundamental de las fronteras es que varios de los países líderes en captación de turismo: EEUU, España, Francia, Reino Unido, Italia y Alemania, están severamente afectados, en tanto los que juntos a ellos integran los 10 más visitados por parte de Asia (concentran el 40% de todos los viajes): Tailandia, Japón y China, la libran bastante mejor.
Nueva York, lapidado por el Covid (272 mil positivos y 21 mil 500 muertos), recibe al año casi 40 millones de visitantes, 5 millones menos que México entero en 2019.
EEUU acumula más de 61 mil muertos; Italia 28 mil, Reino Unido 27 mil, España 25 mil, Francia 25 mil y Alemania 6 mil 500.
China tenía hasta ayer 4,643.
Tampoco nuestro país se cerró, y sus dos grandes atraedores de paseantes: CDMX y Quintana Roo, encabezan daños.
En Tabasco, el único municipio que bloqueó contacto con su exterior: Jonuta, sigue sin contagios.
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¿Era el dilema?
