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COMPROMISO DE LOS PERIODISTAS, MÁS ALLÁ DEL DILEMA DE LAS REFLEXIONES SOCRÁTICAS

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*  En su quehacer cotidiano, un periodista puede rehusar compromisos personales, económicos o políticos, pero nunca puede estar seguro de no verse en situaciones difíciles, pues en la vida real las cosas son más complicadas que simples razonamientos socráticos y todo queda sujeto al ámbito de las convicciones éticas y profesionales

Por Antonio Ortigoza Vázquez / @ortigoza2010

El compromiso del periodismo, desde un punto de vista directo, tiene qué ver con la información pura y dura: los hechos tal como son.

Pero enseguida, enfrentamos el problema filosófico socrático: tomamos conocimiento de los hechos por medio de nuestros sentidos, pero los sentidos suelen ser imperfectos. Podemos ser testigos directos de un accidente, una desgracia y reportar todo de inmediato, pero puede suceder que en la famosa «prisa periodística» se nos pueden escapar circunstancias que después pueden resultar importantes.

Así, la visión periodística suele modificarse, todo de acuerdo con una ética establecida: el conductor del auto que chocó no iba borracho, sino que padece epilepsia, tuvo un infarto, los frenos fallaron, etcétera.

Otro problema periodístico clásico son las fuentes: En la mayoría de los casos, la noticia se transmite con base en fuentes. ¿Qué tan confiables pueden ser?

La valoración de las fuentes es importante. Un funcionario, un personaje público o persona con intereses creados en el tema noticioso, no son «fuente confiable» y su testimonio debe tomarse con las precauciones del caso y saberlo valorar en el peso de la noticia misma.

El asunto es mucho más complicado en el tema político. Los periodistas somos seres humanos y el asunto de «ser humano» (contra lo que generalmente se interpreta), significa que somos susceptibles de pasiones, inclinaciones de tipo religioso, ideológico, de nacionalidad, de grupo social, económico, etcétera.

En Estados Unidos, la prensa, los medios en general, manifiestan públicamente su preferencia política, económica y partidista, no hay tapujos.

Hay una cadena de TV abiertamente comprometida con la línea dura del Partido Republicano (Fox News) que se ha convertido en panegirista de Trump. No hay queja posible. «The New York Times» tiene preferencia por la línea política del Demócrata, pero es conocido que, llegado el caso, no omite ni suaviza información negativa hacia ese partido, sobre todo cuando está en el gobierno.

En resumen: diríamos que es válido tener preferencias, pero se debe, toda proporción guardada, cuidar los valores periodísticos: en aras de un compromiso, nunca ir contra los hechos; argumentar con elementos ostensiblemente falseados o peor: hacer campaña en contra de los rivales políticos. (Fenómeno que suele observarse en todo momento y en todo lugar, lamentablemente).

A grandes rasgos, ese sería «el compromiso de los periodistas»-

¿PODEMOS SER AMIGOS DE LOS POLÍTICOS?

La pregunta, fácilmente puede voltearse: ¿Podemos ser enemigos de los políticos?

En ambos casos, me parece, tomando el asunto a pie juntillas, sería anularse a uno mismo como periodista.

Por supuesto que «prohibir» toda amistad a un periodista con un político puede ir en contra de la condición humana, lo mismo enemistades.

Una analogía con médicos, abogados, contadores y otras ramas profesionales resultaría forzada porque cada profesión tiene particularidades: un médico puede atender en urgencia a un delincuente sin que se convierta en cómplice, pero un abogado, según el caso, puede rehusar defender, lo mismo acusar, a un personaje determinado. Los intereses de su cliente ante todo.

Un periodista puede perfectamente rehusar compromisos personales, económicos, políticos, pero nunca puede estar seguro de no verse en situaciones difíciles: una hija (o) que se enamora de un político y anuncia planes matrimoniales; lo mismo que se asocia en una empresa o un proyecto político y sucede algo parecido a un manager boxístico cuando dos pupilos se enfrentan por el campeonato. En estos casos, opta por asignarle un asistente a cada uno y se coloca entre el público a observar la pelea.

Pero en la vida real las cosas son más complicadas y todo queda sujeto a las convicciones éticas y profesionales.

 Lo feo del asunto es cuando predomina el fariseísmo, una costumbre de usar el «índice de fuego»: «iAl ladrón, al ladrón!»

AQUELLOS AUDIOS DE «ALITO MORENO»

Establecido esto, tenemos varios puntos a discernir: La difusión de grabaciones que lo exhibieron fueron obtenidos y utilizados con violaciones de varias leyes vigentes. Y lo más peliagudo es que, a diferencia de los sexenios de Salinas, Zedillo y subsiguientes, cuando las grabaciones llegaban a los medios de forma anónima, ahora fueron difundidos por  una gobernadora, que era acompañada de su procurador, lo cual es algo así como un «sketch» del genial «Palillo».

La difusión de aquellas grabaciones mostraron  al líder del PRI, hoy también senador, como un pelafustán, primero, y que proclamaba la obtención de dinero de parte de empresarios, éstos, posibles víctimas de extorsión.

Hay varios problemas: los empresarios -no claramente identificados- no  presentaron denuncia por extorsión, por lo que, por el momento ninguna autoridad puede iniciar una investigación. «Alito “, como se presentan las cosas, puede estar más o menos tranquilo. Aunque en estos días, en cuanto a fabricación de pruebas y acusaciones se superan las épocas de MMH, Salinas e inclusive, en algunos casos, Zedillo y sin duda el enfrentamiento con el senador Gerardo Fernández Noroña, lo han puesto en el ante sala del desafuero.

Sin resentimientos hacia el insulto propalado por el líder priísta en una de las grabaciones filtradas: “A los periodistas no se les mata a balazos, se les mata de hambre”, debemos decir en solidaridad con el gremio que Alejandro Moreno, solito se está dando el tiro de gracia político y parlamentario.

Juicios y valores con los que los periodistas debemos lidiar en esta nada fácil profesión de cotidianas y retadoras reflexiones socráticas.

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