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CULTO A LA POPULARIDAD

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Por Pascal Beltrán del Río / @beltrandelrio

El filósofo y economista británico Jeremy Bentham (1748-1832) sostenía que la opinión pública era un control útil sobre la autoridad de los gobernantes y que, por tanto, los actos de éstos debían recibir la máxima publicidad posible. “Es la única manera de evitar que se vuelvan perniciosos”, decía.

Lo que no pudo advertir el llamado padre del utilitarismo –la corriente de pensamiento que evalúa toda acción en función de la felicidad o pesar que produce– es que esa publicidad se convertiría en el centro de atención de los gobernantes.

Para el presidente López Obrador, la constante búsqueda de la popularidad parece ser la meta misma del ejercicio del poder, incluso más que un medio para lograr fines.

Por eso a menudo esgrime frases como “la gente nos apoya” para justificar una toma de decisión. Es decir, para él la prueba de que las acciones de su gobierno son buenas es que la mayoría de la gente lo avale en lo personal. Y, en efecto, el mandatario lleva varios meses situado por encima de una aprobación de 60 por ciento en las encuestas.

Pero los sondeos de popularidad no son suficientes para el tabasqueño, quien forjó su carrera política en el contacto con la gente. Necesita que lo vean, que lo toquen, que le aplaudan. Requiere de hacerse sentir.

De ahí, las mañaneras diarias, transmitidas en vivo a todo el país. La aparición pública convertida en acto de gobierno.

De ahí, también, las encuestas y consultas para justificar decisiones ya tomadas.

Y, por supuesto, los mítines, en los que el Presidente se deja arropar por la multitud.

En ese sentido, nada ha sido más penoso para López Obrador que el confinamiento generado por la pandemia. Durante año y medio, se ha visto obligado a limitar sus encuentros con la gente.

Cinco de sus “informes trimestrales” –un pretexto para encabezar actos masivos en el Zócalo capitalino– se vio forzado a presentarlos, con escasa concurrencia, entre los muros del Palacio Nacional.

A principios de octubre, en gira por Puebla y Tlaxcala, López Obrador había adelantado que volvería a convocar actos públicos masivos. Y dijo que el primero de ellos sería en el Zócalo, el 20 de noviembre, fecha que, días después, fue cambiada por el 1 de diciembre.

Luego de que, en esa misma gira, damnificados por el huracán Grace dieron portazo en el acto que él presidía en Huauchinango, en la Sierra Norte de Puebla, López Obrador explicó que eso había pasado porque la gente tenía muchas ganas de verlo.

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