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DOS DE OCTUBRE NO SE CUIDA

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El gobierno capitalino ha abdicado de su principal responsabilidad dentro del pacto social: velar por la seguridad y los bienes de los gobernados.

Enredado en su propio discurso sobre la libertad de manifestación, ha optado por la retirada, por no hacer cumplir la legalidad. Frente a sucesivas explosiones de vandalismo callejero –que han dañado el patrimonio de la ciudad como nunca se había visto–, la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, se ha paralizado.

Ahora quiere que la vigilancia de los monumentos y los negocios que están en la ruta de la manifestación que se realizará hoy para conmemorar los 51 años de la matanza de Tlatelolco recaiga en los propios ciudadanos de la capital.

Eso ya ha venido ocurriendo, por cierto. El pasado jueves, los dueños de muchos negocios tuvieron que defenderlos de los ataques de los vándalos porque los policías que pagamos los contribuyentes no aparecían por ningún lado.

Pero lo que pretende ahora Sheinbaum es que se formen “cinturones de paz” para evitar la destrucción. Es decir, que los gobernados den la cara por la seguridad, con la esperanza de que ella no tenga que pagar el costo de hacer lo que está obligada por la ley: imponer el orden y detener a los infractores.

No ha quedado clara la manera en que quiere lograrlo. Ayer, en conferencia, dio a entender que los “cinturones de paz” los conformarían funcionarios de su gobierno y de los ayuntamientos de la capital.

¿Quiere decir que los convocará a asistir de manera voluntaria u obligatoria? Quién sabe. Pero, en cualquier caso, se trata de una grave equivocación. La capital no necesita llamar a los ciudadanos en su defensa. No nos están invadiendo los marcianos.

El número de vándalos que participaron en los desmanes del jueves y sábado es muy reducido. Fácilmente podrían ser contenidos por la policía capitalina. Eso de que se abolió el Cuerpo de Granaderos es una faramalla. Sigue existiendo, sólo que doña Claudia no lo quiere usar para que no la vayan a acusar de represora.

Los civiles no están entrenados para hacer labores policiacas ni se les paga para eso. ¿Cómo reaccionaría un ciudadano común si un vándalo le lanzara gasolina con una pistola de agua o le disparara pintura en aerosol a los ojos, como ocurrió el sábado? Seguro que, como cualquier persona sin entrenamiento para manejar multitudes, se apanicaría o se enfurecería.

Además, Sheinbaum ni siquiera se tomó la molestia de consultar su idea con los organizadores de la marcha del 2 de octubre, como ayer me dijo en entrevista Félix Hernández Gamundi, dirigente del Comité 68 y una de las figuras principales de la manifestación que se hace año con año.

Hay que recordarle a la jefa de Gobierno que nadie le está pidiendo que reprima. La represión es el uso ilegal de la fuerza pública. Lo que se espera de ella es que ordene a la policía actuar en el marco de la legalidad. Para eso tenemos policías y los pagamos con nuestros impuestos. Poner a ciudadanos a realizar ese trabajo es un acto de pusilanimidad e irreflexión.

 BUSCAPIÉS

*Después de un largo tiempo de no tener valor mayor que la de una credencial del club de fans de Mickey Mouse, la licencia de manejo de la Ciudad de México había adquirido respetabilidad como prueba de identidad. Yo he usado la mía últimamente para abordar un avión, pues lo estrictos controles aeroportuarios ya la admiten. Pero ahora, con la falsificación de la licencia de Rosario Robles –cosa que se usó como justificación para dictarle la prisión preventiva–, esa identificación seguramente volverá a la irrelevancia. Trágico resultado del manoseo político.

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