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¿INSÍPIDA DEMOCRACIA? 

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Foto: https://estepais.com/

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Por Antonio Ortigoza Vázquez / @ortigoza2010

Los mexicanos siempre nos hemos preguntado si en verdad vivimos en una democracia, pero, para saberlo, debemos primero entender lo que realmente define a la democracia ¿La hay en nuestro país? ¿En realidad vivimos en un sistema democrático? Estas son tan solo algunas interrogantes que siempre nos hacemos.

Pero en una mera opinión personal, tenemos que recordar que el origen de la palabra “democracia” proviene del vocablo griego antiguo, en el que “demos” significa “pueblo” y “Kratos” significa “poder” o “gobierno”. La composición de ambas crea la idea de “gobierno del pueblo” o “poder del pueblo”.

Pero en la historia, específicamente en la tradición aristotélica, se bosquejaron tres formas puras de gobierno: aristocracia, monarquía y democracia.

Para muchos, según sus tradiciones, el gobierno del pueblo o de muchos, es el gobierno de todos, pero también existe el gobierno de las masas, de las multitudes que crean una utopía: el gobierno de todos, pero en la actualidad, con tiempos tan volátiles, decir que existe un gobierno en el mundo que se pueda decir que es de todos, así sea de una mayoría del pueblo, es una ilusión.

Empero, la realidad sociopolítica nos demuestra, una y otra vez, que son muy pocos los gobiernos del periodo neoliberal, formados por una gran mayoría incontrastable e ineludible. Caso en punto: México. En efecto, muchos gobiernos federales fueron elegidos por una vergonzosa minoría, muy minoría, lo cual socava la noción central misma del gobierno de muchos.

No debemos olvidar que, sin un verdadero consenso, demasiados poderes ejecutivos fueron creados e impuestos, digamos que avalados, siendo menos agresivos, por ciertas decisiones (¿canonjías?) del Poder Judicial; gobiernos que fueron calificados por millones de mexicanos como perversos.

Pero debemos añadir que, ante la política internacional, los aliados de aquel neoliberalismo avalaron esos triunfos, pues el petróleo y la minería fueron cheques en blanco para que los potentados empresarios de otras latitudes, dieran su visto bueno a los triunfos misérrimos obtenidos por el partido/gobierno de aquellos tiempos.

Pero al basarnos en los principios aristotélicos, el pensamiento ilustrado francés del siglo XVIII depositó en el pueblo la responsabilidad de dirigir el curso de la sociedad. De esta forma, los revolucionarios franceses forjaron el concepto de soberanía popular, sentando las bases para una nueva era de participación ciudadana.

Posteriormente, en el siglo XX, emergió el fenómeno conocido como la rebelión de las masas, que trajo consigo la expansión de los derechos políticos y económicos hacia sectores cada vez más amplios de la población.

Así se fue consolidando el concepto de democracia, según la perspectiva del destacado politólogo ecuatoriano Rodrigo Borja, quien acentúa la subjetividad y ambigüedad del lenguaje político. «Muchas de las palabras clave en la política tienen múltiples significados y presentan desafíos de definición», afirma este experto en la materia.

El término “democracia” ha sido sometido a una erosión semántica debido a su uso indiscriminado por parte de teóricos y políticos de diversas corrientes ideológicas.

Esto nos presenta un panorama complejo y multifacético. La historia no conoce una democracia abstracta, sino formas concretas que dependen de factores como el régimen social, la estructura clasista de la sociedad y la lucha de clases.

En una democracia burguesa como la nuestra, con vestigios de feudalismo y explotación, el poder suele estar en manos de la clase dominante. La creciente lucha de clases hace cada vez más difícil mantener el rostro democrático que presumen algunos políticos.

En nuestro país, el próximo proceso electoral será un espectáculo de candidatos diversos, pero la realidad es que el gobierno tiene un control significativo sobre el mismo, mientras que la sociedad se enfrenta a una gran incertidumbre sobre quién votar.

Aun así, el voto sigue siendo una herramienta poderosa para crear una democracia más auténtica, independientemente del resultado.

Y una más, a la forma burguesa de democracia le es cada vez más difícil detener el empuje creciente de la lucha de clases mediante formas democráticas. Tal es el caso de México.

Así las cosas, el próximo proceso “electoral” será un abanico de candidatos, variopintos. Sí, efectivamente, será un pasaje electoral con una “democracia” en el pueblo y el gobierno, pero sin duda, es el gobierno quien lleva la mano en los candidatos y la sociedad tiene un total desconocimiento por quienes votar, pero su voto es lo más poderoso que tiene para crear una democracia, sea el resultado que sea.

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