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JANIS POR SIEMPRE

“En el escenario hago el amor con 25.000 personas, y después me voy a la cama sola.”

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Tiempo de lectura aprox: 3 minutos, 34 segundos

 

Elvira Hernández Carballido

 

“En el escenario hago el amor con 25.000 personas, y después me voy a la cama sola.”

 

Y sín en el escenario siempre fue y será esa voz ardiente y profunda, pasional como un torbellino imparable. Escucharla significaba perder el aliento y perderse en espirales sicodélicas, genuinas y vehementes. Murió por sobredosis antes de cumplir los treinta años. Se llamó Janis Joplin y nació el 13 de enero de 1943.

“¿No te hice sentir que eras el único hombre? ¡Sí!

¿Y no te di casi todo lo que posiblemente una mujer puede dar?

¡Cariño, sabes que lo hice!

Pero voy a demostrarte que una mujer puede ser dura,

Quiero que vengas, vamos, vamos y tómalo

Toma otro pedazo de mi corazón…”

 

Voz que desgarra sombras y almas, esa voz que sigue estremeciendo por su intensa interpretación, por su manera de lacerar el amor posible en cada canción y de fortalecer en su grito eterno la imposibilidad de sentirse amada.

Janis será eternamente el grito al ritmo del blues, los ecos que delatan a una mujer que canta rock, el alarido que vocifera silencios con ritmo inolvidable, la voz pregonaba con una ronca fe y desesperanza la cotidianidad que hiere, los sueños que reconcilian, los sentimientos que pueden delatar desde el fondo de su garganta que la vida la amó.

Su primer disco salió en 1967, en total grabó cuatro álbumes de estudio y siete en directo. Sorprende de manera comprensible que de 1973 a 2012 se han hecho más de veinte recopilaciones de sus éxitos.

En cada canción confesaba entre la desesperación y la resignación que no encontraba la salida pero sabía que tenía que seguir tratando, como lo confesaba en su rola “Blues Cósmico”:

 

“El tiempo sigue en movimiento.

Mis amigos se han ido.

Yo sigo en movimiento.

Pero nunca encuentro la salida. ¿Por qué?

Sigo empujando fuerte el sueño.

Sigo intentando hacer lo correcto.

A través de otro día solitario.”

 

 

Ella juraba a ritmo country reza por un milagro y demuestra su lado esperanzador, su fe en la vida y posiblemente en ella misma. Por eso, entre las frases más hermosas de su música está aquella donde afirma:

 

“Libertad es simplemente otra palabra
para no dar nada por perdido

Y nada, no significa nada cariño si no te sientes libre, ya”

 

Con el alma desgarrada pedía no llorar en tiempos de verano. Irónica y provocadora era capaz de pedirle a Dios imposibles-posibles, para diferenciar lo material y lo efímero, lo absurdo y lo latente:

 

“Oh Señor, ¿no me comprarás un Mercedes Benz? 
Todos mis amigos conducen Porsches, debo remediarlo,
Trabajé duro toda mi vida, sin la ayuda de mis amigos,
Así pues, Señor, ¿no me comprarás un Mercedes Benz?

Oh Señor, ¿no me pagarás una noche de juerga? 
Cuento contigo, Señor, por favor no me abandones,
Demuestra que me amas y paga la próxima ronda.”

 

La bruja cósmica sigue hechizando con el ritmo de su música, hace magia con su voz, que te quema el corazón en hogueras escandalosas, que hace maleficios cuando te envuelve en sus canciones, que hace coros de conjuros para abrirte heridas hasta el fondo de tu alma.

Janis, no pudo escapar a la maldición de que los artistas inmortales deben morir cuando cumplen los 27 años y murió en la soledad pese a tener tantos aliados que la seguimos queriendo, la adicta a su música pero se dejo matar por las drogas, la de risa contagiosa, pantalones acampanados, sombreros solidarios con su rebeldía, cabello despeinado, de lentes redondos que siempre he querido lucir y del carro sicodélico donde una vez me subí en sueños. Muchas veces se describió como una mujer sola, como alguien raro, fuera de lo tradicional y con un destino ya marcado:

 

“Mi vida nunca ha sido fácil ni de sueño, siempre fue algo así como la oveja negra de la familia, sobre todo ahora que mi vida es tan publica, nunca tuve muchos amigos, nunca me comporté como una niña normal, vanidosa o popular. Tengo mis traumas y seguir sintiendo lo que sentía en mi escuela pero a nivel nacional o mundial es frustrante, eso me hace sentir atrapada. Es como un ciclo que no termina. Parece ser que nunca voy a ser una persona normal.”

 

Fue la pregonera de corazones hechos pedacitos, la vocera que jamás te prometía ninguna respuesta, la juglar que llevaba siempre un fuego dentro que usó hasta el día de su muerte, la que tendía la mano buscando a un hombre cariñoso segura de que nunca aparecería, la que te pide que llores cuando te dejó la otra porque te aseguró serte siempre fiel.

Janis Joplin la que parece en fotos con gorros y lentes, con sonrisas y miradas, con ropa de colores que protestan o con pulseras que tomaban la intensidad de su pulso cuando nos cantaba. Nada mejor que recordarla con su música y esa voz provocadora del rock femenino de todos los tiempos.

Una manera maravillosa de recuperarla toda es el documental que se hizo titulado simplemente “Janis” (1974), donde se le recupera en entrevistas, en el escenario y en algunos momentos de su vida cotidiana. En 2015 se filmó otro bajo el título “Janis Joplin: Litle girl blue”, calificado como desgarrador y sensible.

En este siglo XXI, por las redes sociales en sencillo encontrar biografías, semblanzas, entrevistas y la voz de Janis. Gente que la conoció y jóvenes que ahora la escuchan, no dejan de rendirle tributo:

 

Janis Joplin, la bruja cósmica, la dama blanca del blues, fue un símbolo femenino de la contracultura de los 60 y el movimiento hippie; además, es la primera mujer en ser considerada una gran estrella del rock and roll.  Con su voz desgarrada, extraordinariamente dotada para transmitir emociones, y su energía desbordante, Janis Joplin fue una de las voces representantes del movimiento hippie. Su desacuerdo con la sociedad de consumo fue uno de sus ejes de acción. Los excesos de una vida apasionada y su muerte contribuyeron a forjar su leyenda: nueve años de carrera le bastaron para convertirse en un mito de la historia del rock.

 

Janis, eternamente, Janis…

 

Quizás, si pudiera rezar.

Y lo intento, cariño.

Puedas regresar a casa conmigo.

Quizás…

Si pudiera tomar tu mano.

Quizás.

Entenderías.

Quizás, quizás, quizás…

Supongo que habré hecho algo mal.

Y si es así, sabré admitirlo.

Si regresas a casa conmigo.

Pero parece no importarte.

Porque sigo aquí abandonada.

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