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LIBERTAD PARA DESINFORMAR

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El presidente López Obrador hablaba ayer en su conferencia mañanera de la supuesta campaña mediática que dos periódicos libran en su contra cuando, súbitamente, sin decir agua va, pasó de eso a afirmar que le extrañaba la manera que en Estados Unidos, “el país de las libertades, de la prensa libre, de repente censuran al presidente”. 

Agregó: “No es cualquier cosa, eso no se había visto, los medios censuran. Estoy hablando de Estados Unidos, porque lo de México, pues ya estábamos acostumbrados cómo nos censuraban, no existíamos, aquí no es ninguna novedad; pero en el caso de Estados Unidos eso que sucedió sí es algo especial, en internet o en las redes y luego las grandes cadenas, los grandes medios informativos. ¿Y las libertades?”.

No me queda claro por qué se acordó súbitamente el presidente López Obrador de lo que sucedió el jueves con el mensaje de su homólogo Donald Trump, en el que éste alegó, sin ofrecer prueba alguna, que él había ganado la elección y que sus oponentes trataban de robársela. Habrá, pues, que interpretar el sentido de sus palabras porque ningún reportero presente en la conferencia en Palacio Nacional le pidió aclaración y ese comentario puede sonarle a más de uno como otro acto de apoyo a Trump y un nuevo desaire al triunfo de Joe Biden.

Vayamos a los hechos: el jueves, a las 18:45 horas en la costa este de EU, Donald Trump salió a dar un mensaje justo cuando se transmitían los noticiarios nocturnos de las tres principales cadenas de televisión del país (ABC, NBC y CBS). Las tres llevaron, en vivo, el inicio del mensaje. Era normal enlazarse porque 1) era el presidente quien hablaba, y 2) Trump tenía dos días sin dar la cara. “Si cuentan los votos legales —dijo— yo gano fácilmente; si cuentan los votos ilegales, podrían tratar de robarme la elección”.

La ABC fue la primera en cortar la transmisión. Poco después le siguieron las otras dos. Más tarde, David Muir, conductor del noticiario de la ABC, explicó la decisión editorial: “Cuando lo escuchamos decir que él había ganado con los votos legales y que estaban tratando de robarle la elección, sabíamos que era momento de sacarlo del aire y revisar, en tiempo real, si era cierto lo que estaba diciendo”.

¿Las palabras del presidente de EU, la persona más poderosa del mundo, merecen ser transmitidas en directo y sin cortes, independientemente de su veracidad? Claramente, las tres cadenas decidieron que no.

A eso, el Presidente de México le llamó censura.

Las cadenas ABC, NBC y CBS han puesto sobre la mesa un tema de debate para los medios de comunicación. En tiempos de posverdad, ¿su papel debe limitarse a cubrir los hechos o tienen también el deber de no prestarse a la propagación de la mentira y, más aún, deben ayudar a desenmascararla?

Con mucha frecuencia, López Obrador ha dicho cosas parcialmente ciertas o imposibles de comprobar y también ha pospuesto indefinidamente la aclaración de asuntos de interés público.

¿No sería tiempo de exigir que dichos suyos, como la supuesta corrupción de los fideicomisos eliminados por el Congreso —luego de una instrucción suya— fueran plenamente documentados o descartados como falsos?

David Muir dijo que era imposible mantener una transmisión en la que Trump alegaba que se estaba fraguando un fraude electoral, “algo que nadie más estaba viendo”. ¿López Obrador está peleando contra la censura o defiende la libertad para desinformar? 

 buscapiés

Desde que el candidato republicano William McKinley derrotó al demócrata William Jennings Bryan en la elección presidencial de 1896, se ha hecho costumbre que el perdedor se comunique con su rival para reconocer el veredicto de las urnas. “Sometimos el tema al pueblo estadunidense y su voluntad es la ley”, telegrafió Bryan a McKinley. Es cierto, no siempre ha sido así. También ha habido malos perdedores de la carrera por la Casa Blanca —como el republicano Charles Evans que, en 1916, tardó dos semanas en felicitar a Woodrow Wilson, o como Thomas Dewey, que recurrió a un mensaje radial para reconocer su derrota de 1944 contra Franklin Roosevelt—, pero ninguno tan mal perdedor como Donald Trump.

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