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* El funcionamiento de un sistema de salud no sólo radica en su abasto de insumos e infraestructura, sino también en quien lo dirija y sus decisiones, las cuáles serán la clave de su éxito o fracaso. En México, los funcionarios han actuado con irresponsabilidad y ligereza
ARTICULISTA INVITADO
Por Píndaro de Anonso
Especial para Expediente Ultra
Nuestro país está sufriendo una de sus peores épocas en materias de Seguridad, Economía, Investigación Científica y Desarrollo, y Productividad, por mencionar los indicadores más sensibles. Pero el sector más dañado ha sido, no sólo por la emergencia sanitaria, el Sector Salud. Este daño comenzó mucho antes de marzo del recién 2020, mes en que se comenzó a tomar “un poco más en serio a la pandemia”.
La eliminación del Seguro Popular y la implementación del por demás fracasado INSABI, así como la estrategia interna del Secretario de Salud, el Doctor Jorge Alcocer Varela, acatando las indicaciones del presidente López Obrador, han sido las más dañinas; no importando la infraestructura mexicana de salud, erosionada por sexenios de corrupción y malos manejos; y que funciona milagrosamente por el empuje y dedicación de aquellos profesionales, médicos, enfermeras y personal de diferentes servicios que literalmente no han cesado de trabajar y redoblar esfuerzos.
No. El funcionamiento bueno o malo de un sistema de salud no sólo radica en la infraestructura y en la suficiencia de insumos, o de la tecnología implementada en él. Principalmente será quien lo dirija y sus decisiones. claves de su éxito o fracaso.
Tomemos como ejemplo del país que tiene una de las mejores infraestructuras en salud en el mundo; sin embargo, el pobre e irresponsable manejo de la pandemia, así como las medidas que debieron haberse tomado en tiempo, lo llevaron a ser el 1er lugar en contagios y fallecimientos por COVID-19: Los Estados Unidos de América.
El presidente Trump tuvo oportunidad de hacer caso a muchísimos avisos. El 3 de enero del 2020 China alertó, por medio su director del Centro para el Control de Enfermedades al director de la institución homóloga de Estados Unidos acerca de la pandemia. Hasta el 21 de enero Trump declaró que todo estaba bajo control.
El 28 de enero el Asesor Especial de la Casa Blanca, Peter Navarro escribió a Trump un primer memorándum urgente alertando que, de no tener una cura o vacuna, la población norteamericana estaría indefensa y expuesta a una grave situación de salud. El 30 de enero Trump declaró que el problema era pequeño.
El 29 de enero la OMS, por medio de su director de emergencias sanitarias declaró que el mundo entero debía estar en alerta inmediata; y el 30 de enero, oficialmente se declaraba una Emergencia Sanitaria de Magnitud Internacional. El Washington Post afirma que durante febrero los reportes diarios de Inteligencia de la CIA y del director de Inteligencia Nacional hablaban exclusivamente sobre el COVID-19.
Hubo todavía un segundo memorándum el 3 de febrero por parte de Peter Navarro advirtiendo a la Casa Blanca que la epidemia podría infectar a 100 millones de norteamericanos y el riesgo de que de 1 a 2 millones perdieran la vida. El 16 de marzo, finalmente Trump declara que la Pandemia los tomó desprevenidos. Su reacción inmediata fue señalar a China y a la OMS, culpándolos de no haber contenido ni tomado las medidas necesarias para alertar al mundo de la catástrofe sanitaria.
En México, la situación no es muy diferente, el manejo de la pandemia ha sido, además de pésimo e irresponsable, “mediáticamente infantil”, por calificarlo de alguna manera. Los “dichos y ocurrencias” tanto del presidente López Obrador, como del subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, López Gatell, han dado la vuelta al mundo, no solamente avergonzándonos a los mexicanos, sino teniendo la repercusión exacta de cualquier mala decisión.
Hay no solo un botón de muestra, sino toda una mercería: El recibir, una vez declarada la pandemia, a personas de otros países, en los cuáles había noticia de contagio; así como recibir a todas aquellas que eran rechazadas por motivos sanitarios; el decirle abierta y directamente al pueblo que se abrace y que salieran a la calle normalmente; el afirmar que los amuletos o que el no mentir, no robar, no traicionar serían suficientes; afirmar que “la fuerza del presidente no es una fuerza de contagio, sino fuerza moral”; el dar el mal ejemplo y desinformar en su conferencia de prensa diario acerca del correcto uso del cubrebocas; y un sinfín de elementos de su cortina de humo, insultan la inteligencia, no solo de los profesionales de la salud y a las personas de Ciencia, sino a toda la población mexicana con o sin la noción de la misma.
Las malas decisiones de un gobierno llevan como carga una responsabilidad, así con todas sus letras. El decidir “no hacer pruebas”, el decidir “no tomar el control de los indicadores vitales” en una emergencia sanitaria, el decidir a “maquillar las estadísticas de contagios y fallecimientos”; y peor aún, el decidir “recortar” los recursos para medicamentos e insumos hospitalarios.
En noviembre pasado, a los médicos del sector Público les llegó una circular por parte de la federación, la cual les “invitaba” a “ceder” parte de su aguinaldo, mediante un tabulador. Esto, de acuerdo a la circular “en armonía con las medidas de austeridad y racionalidad del gasto público…”
¿Cómo osar quitarle o desincentivar a aquellos héroes, quienes luchan incansablemente en la trinchera de una pandemia? Aquellos quienes piden ayuda a la población en general para que no salga, se cuide, que tome las medidas necesarias para evitar más contagios. Aquellos que están exhaustos tras 9 meses de no tener relevo ni vacaciones.
Las decisiones más equivocadas las están tomando desde mucho antes de la pandemia, pero las equivocaciones más graves las están haciendo justo ahora. No nos equivoquemos, como país, más de lo que ya lo hemos hecho. La solución la tenemos todos al alcance.