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En febrero de 1988, el candidato presidencial Carlos Salinas de Gortari debió salir huyendo del poblado de Francisco I. Madero, en la región lagunera de Coahuila, luego de ser repudiado por sus habitantes. Durante el fallido acto de campaña, una mujer le había lanzado un vaso de agua a la cara.
Días después, su contrincante Cuauhtémoc Cárdenas visitó la misma zona y fue ovacionado por multitudes e incluso alzado en hombros.
Luego de su cuestionable triunfo en las elecciones, Salinas no quiso quedarse con la espina y dedicó tiempo a congraciarse con los grupos sociales que habían abandonado al PRI para irse con la oposición. Puso especial énfasis en la Laguna y en el oriente de la zona conurbada del Valle de México.
Más allá de los motivos que tuvo y los métodos que empleó para promover dicha reconciliación, Salinas reconoció así los errores que él y su partido habían cometido al asumir que esos mexicanos estaban invariablemente con el PRI y no dudarían en apoyar su candidatura.
El presidente Andrés Manuel López Obrador, a quien le gusta distinguirse de Salinas, ha tenido equivocaciones semejantes, pero sin tratar de enmendarlas.
Por un lado, dio por sentado el apoyo de las mujeres a su causa, aunque éstas se convirtieron en el único grupo social que no lo respaldó mayoritariamente en la elección de 2018 y que ha protagonizado las mayores protestas en lo que va de su gobierno.
Este tema ya lo traté en este espacio el 11 de febrero de 2019 (“Mujeres en la Cuarta”), cuando comenté que el Presidente cometía un error en su decisión de retirar los fondos a las guarderías subrogadas, y el 4 de marzo de 2020 (“El Presidente y las mujeres”), cuando apunté que el mandatario estaba perdiendo popularidad entre las mujeres.
Por otro lado, López Obrador asumió que los estados que él ganó por primera vez en la elección de hace dos años, luego de haberlos perdido en sus dos primeros intentos por alcanzar la Presidencia, no requerían de atención especial. Entidades como Jalisco, Chihuahua, Nuevo León, Tamaulipas y Coahuila.
Hoy el Presidente está pagando esas dos equivocaciones.
En el caso de su relación con las mujeres, ha creído que con nombrar un número récord de integrantes femeninas del gabinete –como la primera secretaria de Gobernación–, ya sería un guiño suficiente para ellas. Por lo visto no consideró que la mayoría de las mujeres (51%) optó por un candidato distinto a él en los comicios de 2018.
Ante las protestas de colectivos feministas, que alcanzaron su cenit en marzo pasado –antes de que irrumpiera la pandemia–, López Obrador ha tenido casi puros comentarios negativos. En pocas palabras, ha dicho que las mujeres movilizadas en defensa de sus derechos hacen el juego a sus adversarios, “los conservadores”.
Eso dijo con motivo de las protestas de las mujeres que sacudieron el país entre agosto de 2019 y marzo de 2020. Y eso sigue repitiendo ahora que un grupo de mujeres tomó la sede de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos para convertirla en casa de refugio.
En el caso de los estados que por primera vez votaron por él en 2018, el Presidente ha asumido que los tiene en la bolsa. Parece creer, desde que tomó posesión, que los gobernadores se le plegarían o, de lo contrario, serían fácilmente aplacados.
No contó con que muchos de esos mandatarios estatales se unirían y formarían una alianza regional, misma que acaba de anunciar que abandona la Conago.
Hay que mencionar que ocho de los 10 estados de la Alianza Federalista están entre los 12 donde López Obrador no obtuvo la mayoría absoluta de votos. Era normal que Nuevo León, donde sacó 34% de los sufragios, no daría un apoyo tan sólido al gobierno como Oaxaca, donde obtuvo 65 por ciento.
Eso ha repercutido en las giras presidenciales. En Veracruz, primer estado que visitó como Presidente y donde obtuvo 54% de los votos, López Obrador ha pasado 22 días de gira. En cambio, Jalisco, donde sacó 41%, fue el último en recibir una visita. Ahí el Presidente sólo ha estado siete días de gira.
Los desdeñados por el Presidente ‒aquellos que no procuró y a los que hoy ve como enemigos‒ se podrían convertir para él en una piedra en el zapato.