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Por El Vocero de Chinameca
Especial para Expediente Ultra
Fotos especiales
Más que pedir disculpas, el Jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera, debe pedir renuncias…
La contingencia ambiental ha derribado el montado escenario de eficiencia administrativa con el cual, Mancera pretende ser aspirante presidencial en el 2018.
Los hechos hablan por sí mismos; más allá de las siglas partidistas y de los supuestos golpes políticos, el gobierno citadino cosecha lo que ha sembrado: fracasos. La Ciudad de México se encuentra colapsada por las pésimas políticas de movilidad, la desatención al transporte público masivo, como lo es El Metro, y el cercenamiento de importantes avenidas a consecuencia de la imposición de rutas del Metrobús, que han reducido la circulación de cuatro a dos o un carril, ocasionando gigantescos cuellos de botella.
Y de esta fatalidad hay personaje bien identificados que tienen nombre y apellido, comenzando por la incapaz Secretaria del Medio Ambiente, Tanya Müller, el ex Secretario de Movilidad, Rufino León, y su sucesor en el cargo, Héctor Serrano; lo mismo que el ex Director de El Metro, Joel Ortega y el ahora en funciones, Jorge Gaviño. Por mencionar algunos.
Todos ellos han mostrado sobradamente su tendencia a la ineptitud y a la corrupción, originando un caos en la movilidad de la ciudad que ahora pagan millones de habitantes del ex Distrito Federal y de los 18 municipios conurbados del Estado de México.
En su desesperación por ver alejarse sus aspiraciones presidenciales, Miguel Ángel Mancera, al igual que sus colaboradores, buscan hallar imaginarios culpables hasta debajo de las piedras, negándose a una autocrítica que les ayude a sacar agua del pozo, donde se ahogan diariamente millones de usuarios que luchan por llegar a tiempo a sus centros de trabajo, escuelas o actividades cotidianas.
El Jefe de Gobierno y su séquito de ineficientes colaboradores culpan de los altos índices de contaminación a la supuesta falta de colaboración de gobernadores como el de Hidalgo o Puebla, llegando incluso al enfrentamiento con el del Estado de México, Eruviel Ávila, pero ¿acaso fueron los mandatarios de los estados vecinos los que diseñaron las nuevas rutas del Metrobús que, como en el caso de la Avenida Eduardo Molina, dejó sólo dos carriles para la circulación de vehículos, y como si se tratara de una ciudad europea, arrebató uno más a los automotores para montar una ciclovía, escasamente utilizada?
Los “genios” de la movilidad ahorcaron esta importante vía de comunicación que servía para desahogar la carga vehicular hacia el municipio de Ecatepec y otros puntos del Estado de México; ahora, por ejemplo, para cruzar Río Consulado en dirección norte-sur, los conductores deben esperar hasta 30 minutos cuando antes tal cruce lo realizaban en menos de cinco minutos. Las pruebas ahí están presentes todos los días.
Y más ejemplos como este abundan, pues lo mismo ocurrió con la ruta del Metrobús que corre de El Rosario a San Juan de Aragón; por las mañanas y tardes, avenidas como San Juan de Aragón y Montevideo y Cantera son largos congestionamientos que avanzan a vuelta de rueda.
Cómodamente, si se presta atención, los funcionarios capitalinos decidieron crear las rutas del Metrobús (concesionado a un renacido pulpo camionero, controlado por unos cuantos), sobre las estructuras de los ejes viales que por décadas sirvieron para aligerar la circulación vehicular. Las visionarias vías de comunicación creadas en el sexenio de José López Portillo por el entonces regente, Carlos Hank González, fueron devastadas en el más absurdo de los contrasentidos urbanos. Las consecuencias están a la vista. Y de estas monumentales pifias tampoco son responsables los gobernadores de los estados circunvecinos.
En esta vorágine social, nada dice Miguel Ángel Mancera de sus promesas incumplidas con el aumento del metro, en diciembre del 2013, cuando se comprometió ante los millones de usuarios que la medida serviría, entre otras muchas cosas, para: comprar 45 nuevos trenes, dar un mejor mantenimiento a 45 unidades de la línea 2; reparar 105 trenes que estaban fuera de servicio; mejorar los tiempos de recorrido en las líneas 4, 5 6 y B.
¿Ha cumplido con ello el Jefe de Gobierno? Claro que no, y más allá de su retórica plagada de buenos deseos los habituales usuarios del Metro saben que lo aquí escrito es una verdad contundente: en su administración el servicio ha empeorado al grado de que por las mañanas la gente debe esperar hasta tres o cuatro vagones para abordarlos y llegar a su destino. Pero además de la terrible saturación, los trenes avanzan lentos y no pocas veces se descomponen por sus pésimas condiciones mecánicas, obligando a los usuarios a perder hasta una hora en sus trayectos, teniendo serios problemas laborales en sus centros de trabajo, al grado de sufrir descuentos por sus retrasos. ¿Quién asume este costo social y laboral?
En septiembre del 2014, a nueve meses de aplicarse la nueva tarifa a El Metro, su entonces director, Joel Ortega dijo que ya había fondos por mil 800 millones de pesos en el Fideicomiso creado ex profeso para mejorar las condiciones de este medio de transporte: de tal modo que si echamos manos de la calculadora podemos señalar que se estaban generando 200 millones de pesos extras al mes por el incremento a cinco pesos. Si multiplicamos esta cantidad mensual hasta este abril, tenemos que a final del mes que cursamos debieron haberse generado 5 mil 600 millones de pesos extras para que en este transporte masivo se dieran cambios sustanciales.
Entonces, ¿por qué El Metro va de mal en peor? ¿Dónde están estos recursos? ¿Hasta cuándo piensan aplicarlos?
A manera de irónica demagogia, tras asumir la Dirección del Sistema de Transporte Colectivo, Gaviño se comprometió a “viajar en el Metro para vivir y atender los problemas que enfrenta”. El itinerario no pasó de unos cuantos días y ahora el funcionario, al igual que su sucesor, lo único que ha reforzado en los andenes e instalaciones de las diversas líneas es la presencia de elementos policiacos que en nada contribuyen a mejorar el servicio, como tampoco a acabar con el problema de los vagoneros, otra de las promesas incumplidas.
Hace apenas unos días, Mancera solicitó al Secretario de Hacienda, Luis Videgaray, recursos adicionales por cinco mil millones de pesos, en “apoyo al transporte público”, argumentando que el gobierno federal no puede dejar sola a la ciudad de México. E insistimos: ¿No se supone que el Jefe de Gobierno estaba conduciendo sus políticas públicas con transparencia y a través de consensos sociales? Entonces, por qué no informa a los citadinos de lo recaudado por el incremento al Metro y desoye la opinión de expertos en materia ambiental que le han demostrado que no son los automotores los principales responsables de la contaminación, y que los límites de velocidad de su Reglamento de Tránsito son otro factor detonante del problema.
¿Para qué solicita recursos extras si quienes los aplicarían serían los mismos, corruptos e incapaces, que han llevado al colapso a la metrópoli?
Los titulares del área de Movilidad, Rufino León y Héctor Serrano, se han avocado en su momento a negociar con los líderes de las rutas y a buscar crear nuevos corredores donde cientos de antes permisionarios son despojados de sus derechos, traficando con placas y la venta de otros derechos.
Por si la gente tenía duda del grado de corrupción con que se conducen los funcionarios del señor Mancera, que han hecho del transporte público un rentable negocio, ahí están las feroces dentelladas mostradas públicamente por el monstruo de su creación, Uber, cuyos operarios en estos días de contingencia y aplicación del doble Hoy No Circula, elevaron sus tarifas sin que nadie se los impidiera. ¿Es este el modelo de regulación del transporte público que tan dócilmente autorizan Serrano y sus subalternos? ¿Qué beneficios reporta a la sociedad esta sui géneris concesión?
La gente está indignada porque Tanya Müller les hizo creer que comprando un carro del año circularían todos los días, y aún más molesta porque sabe que si utiliza taxi, sobre todo a ciertas horas de la noche, se expone a ser asaltada por la falta de control que ejerce a los prestadores de este servicio la corrupta SEMOVI. Quienes debieron abandonar sus vehículos ya palparon en carne propia el pésimo servicio que presta el transporte público. La intención oficial por desalentar el uso del automóvil quedó ante la abrumadora realidad como una broma de mal gusto.
Ante tal cadena de desatinos no puede el aspirante presidencial sustraerse a la responsabilidad que le toca en todo este caos. ¿No ha sido él quien ha nombrado a estos servidores públicos que no han sabido estar a la altura de las circunstancias? Aún nos preguntamos cómo fue posible que Mancera enviara al frente de El Metro a Joel Ortega, un político ambicioso con pésimos antecedentes como la tragedia de la discoteca News Divine, donde murieron varios menores de edad. O que se haga de la vista gorda con los nombramientos de personajes como Alfredo Hernández Raigosa, esposo de la ex asambleísta Dione Anguiano, en una de las subdirecciones de SEMOVI.
¿Cuáles son los conocimientos de este personaje en la materia? Por supuesto que ninguno. Y no se vale, ni la ciudad lo aguanta, que por el hecho de representar alianzas políticas a futuro para las aspiraciones de Serrano a Jefe de Gobierno, arriben a cargos de tanta importancia, y en la dependencia encargada de resolver un problema de tales dimensiones, perredistas acostumbrados a ser “mil usos”, pues antes de su nuevo encargo, Raigosa era titular de la Procuraduría Social capitalina. A juicio de Serrano, Raigosa es valioso para sus intereses personales pues representa, junto con Dione Anguiano, una de las corrientes perredistas más numerosas de la Delegación Iztapalapa. ¿Y la flamante Ciudad de México? ¡Bien, gracias¡
Por eso insistimos que más que pedir disculpas, Mancera debe empezar por pedir renuncias…
Tanya Müller,