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Por: Samuel Cantón Zetina/@SamuelCanton
Sin bajarle el ritmo al combate contra la corrupción gubernamental, el presidente Andrés Manuel López Obrador tendrá que regresar, con mayor énfasis, a la lucha para acabar con la suciedad del Poder Judicial.
El mercenarismo de las partes que componen el aparato de justicia perjudica más al pueblo, en su día a día, que la propia deshonestidad que ataca.
El último escalón de su procuración son los jueces, y desafortunadamente, muchos de ellos venden sus fallos y conciencia al mejor postor.
Así, el país jamás dejará de ser uno de los más inseguros del mundo. Los mismos policías -gran cantidad de ellos- no detienen a los delincuentes porque saben que los van a $oltar.
¿Para qué arriesgarse?
AMLO ha exhibido la ausencia de probidad de los togados, y cómo la disfrazan tras el falso argumento de que los expedientes son mal integrados o inconsistentes.
También Claudia Sheinbaum ha fustigado decisiones de los magistrados como el otorgamiento de un amparo que permitió la liberación de “El Puebla”, involucrado en el secuestro del estudiante Norberto Ronquillo.
“Es indignante que un criminal que fue aprehendido por la justicia después de una investigación seria y con evidencias, pueda salir a la calle tras el amparo de una juez de Distrito”, escribió -septiembre 4- en su cuenta de Twitter.
Con el secuestro, delito que menos se denuncia, ocurre algo increíble: para evitar su impacto mediático, el “express” es registrado como robo con violencia, extorsión, amenazas o lesiones dolosas.
No hace mucho, Obrador aseguró que ya no hay relación perversa y promiscua entre gobierno y hampones, y que “se acabaron los tiempos” -en alusión a Genaro García Luna-en que el secretario de Seguridad Pública estaba al servicio de las bandas.
Sin embargo, en los juzgados, lo que se sigue viendo es contubernio.
Y DE MAÑANA…
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