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Por Samuel Cantón Zetina / @SamuelCanton
No es por secundar ni dar la razón a Donald Trump, cuando pide que al crimen organizado se le catalogue de “terrorismo”, a manera de pretexto -en su caso- para intervenir en México, pero la violencia que particularmente vive Tabasco inspira precisamente miedo y terror a la población.
Entendemos que las fuerzas del orden combaten con todo a los delincuentes, y que en las autoridades existe la voluntad de recuperar la paz, y sin embargo resulta inevitable que en eventos como la quema de vehículos, ataques a comercios y gasolineras, tiroteos contra policías, y la aparición de ejecutados, fosas clandestinas, narcomantas y amenazas directas contra el gobernador Javier May, la ciudadanía esté en peligro inminente.
Eso no tiene remedio…
Los tabasqueños -al igual que mexicanos de otras regiones- sienten terror de verse en medio de alguna de esas muestras de violencia y desestabilización, que les haga -en el extremo- perder la vida, o se las cambie para siempre.
Generar pánico es la intención de los criminales. Lo logran, sin duda, porque es imposible que en sus actividades diarias, que no pueden interrumpir, la gente no salga a las calles con el “Jesús en la boca” y el temor válido de no regresar a sus hogares.
La angustia en las familias que sufren cuando sus seres queridos dejan la casa para cumplir con sus deberes diarios, ignorando si volverán, no es tangible pero sí indescriptible.
En territorios que no están formalmente en guerra, eso se llama lisa y llanamente TERRORISMO.
Lo peor es que nadie sabe cuándo y cómo terminará, ni cuántos muertos más habrá de aquí a entonces…
