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Por Juan Carbajal/@JA_CARBAJAL

Tanto las ciudades como los pueblos se necesitan los unos a los otros y deben aprender y nutriste para alcanzar no solo los principios del desarrollo sino en el crecimiento de las personas como elementos base de la sociedad.
En México tenemos municipios que representan grandes ciudades, incluso con mayores recursos y poblaciones que algunos estados, como son Ecatepec, en el Estado de México o Tijuana en Baja California o ciudades que forman capitales y presentan grandes retos urbanísticos y económicos, como Puebla o Guadalajara.
Sin embargo, también contamos con una gran mayoría de municipios que se integran por pequeñas poblaciones en gran parte impulsados por actividades primarias, que lejos de un reto de infraestructura o de obras de gran impacto y o del ejercicio de gran presupuesto, reclaman acciones sociales y de inversión al emprendimiento para el desarrollo local.
Lo que sí es una generalidad en los municipios en México, es la visión para el desarrollo desde lo local, tal parece que las constantes entre los gobiernos municipales se enfocan en la construcción de grandes obras y otorgar los servicios básicos, y pierden en el camino los esquemas de unión y compañerismo, el trabajo común y la fortaleza del tejido social.
Durante muchos gobiernos hemos impulsado las inversiones, el vaciado de concreto y asfalto; las grandes obras como símbolo de crecimiento y desarrollo de un pueblo, tanto que los esquemas de medición de resultados de los municipios se enfocan en gasto, la adquisición de activos y sobre todo en valores monetarios y de proyección de “más cosas” entregadas, construidas u otorgadas.
Siguiendo con el tema de las enseñanzas que deja la pandemia generada por el SarsCov2, encontramos que una de las principales deficiencias se encuentra en la insuficiencia alimentaria, la restricción de la movilidad se centra en los comercios y en la vida productiva de los municipios, son los pequeños comerciantes, los emprendedores y los trabajadores independientes los que ven afectado su ingreso directamente.
En esa intención de los gobiernos locales por impulsar obra pública, o programas de mejoramiento a los servicios urbanos, se han dejado de lado los proyectos de producción agrícola, de consumo local y sobre todo de impulso al desarrollo creativo y cultural de las localidades.
Los principales signos de identidad reflejados en fiestas religiosas se han visto mermados y los programas de impulso a la lectura y el desarrollo cultural fueron los primeros espacios en ser confinados ante la pandemia, mientras que en otros países vimos el renacer de los programas culturales mediante esquemas innovadores en uso de las herramientas tecnológicas.
En los congresos locales, encontramos más iniciativas por conflictos territoriales entre los municipios, que programas de apoyo conjunto, trabajos e inversiones metropolitanas o acciones de incorporación y colaboración entre los pueblos.
Los diputados locales dejan de lado las iniciativas de participación regional, y se jactan principalmente de la gestión de más recursos para x municipio, para determinada obra o para alguna actividad, considerando más una competencia con los órdenes ejecutivos como mera promoción política.
No valoramos lo suficiente los medios que tenemos, y solo algunos escasos ejercidos de integración y trabajo intermunicipal prosperan, sobre todo a iniciativa de los estados o la federación con la integración de zonas metropolitanas en base al crecimiento demográfico más que por una integración social participativa.
El trabajo colaborativo entre los municipios se ha limitado a la obtención a manera de concurso por recursos del orden federal, con escasas iniciativas de prospectiva e impulsar el desarrollo local a partir de iniciativas de promoción a los recursos que se tienen en cada localidad.
Es tiempo de rescatar a los municipios, es aquí en donde encontraremos el verdadero desarrollo local, en donde las familias invierten su patrimonio y en donde cada individuo lucha por empoderar un crecimiento personal.
La innovación debe encausar ahora el reaprender y recordar lo que hacían nuestros abuelos, de fortalecer el tejido social, resolviendo apoyar no solo el consumo de lo local, sino en la producción intermunicipal, las familias no reconocen fronteras municipales, la cultura y oportunidades se dan en un esquema de interacción entre las comunidades, viajamos a un pueblo cercano para conseguir alimentos, nos movemos a una ciudad para estudiar una carrera profesional y sin mayor limitación traspasamos los límites territoriales por la cultura y el comercio.
Es tiempo de entender que, desde lo local, se debe acompañar el emprendimiento, compartiendo entre los municipios cercanos, fomentar el trabajo colaborativo, sumar recursos y sobre todo pensar primero en la gente, no solo dentro de un territorio delimitado, sino en la vaguedad de una idea del ejercicio pleno del desarrollo humano.