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Por Samuel Cantón Zetina / @SamuelCanton
Villahermosa, una ciudad muy vieja (más de 450 años) con muchos rezagos, tiene un gigantesco problema en transporte público y movilidad.
Se trata de una capital saturada cuyos servicios e infraestructura -muy pocas calles nuevas se han abierto en años, por ejemplo- no crecieron al mismo ritmo que sus habitantes y vehículos.
Todo parece estar asfixiado en la antigua San Juan Bautista.
Pero el pésimo transporte colectivo la marca en particular, al igual que a todas las ciudades grandes del país.
Si urbes eropeas como Paris, Roma, Londres o Madrid, con excelentes medios de transporte, registran cotidianamente grandes congestionamientos, hay que imaginar nuestras poblaciones.
Para esto, todo el mundo sabe que la única solución es contar con un transporte público funcional y suficiente.
Aún así, increíblemente, dado el caos que por tanto tiempo se vive en las calles, no se han hecho replanteamientos profundos a la circulación de automotores.
Lo peor, sin embargo, es que el modelo de la capital se repite irremediablemente en los municipios.
Al cabo de décadas, se volvió no nada más un formidable reto técnico, de planificación vial, sino que dio lugar a las grandes mafias del transporte, que se oponen por la fuerza a los cambios.
Con la ineficacia, desde luego, llegó además la gran corrupción al sector.
Villahermosa, en transporte como en prácticamente todo, da la impresión de haberse quedado en el tiempo.
Eso sí: más deteriorada e invivible que nunca…
Ojalá Rafael Sánchez Cabrales, futuro encargado de Movilidad, logre deschatarrizar el transporte y procurar un trato digno a la gente, comenzando por civilizar en lo básico a los choferes, y obligarlos a bañarse…