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LA CRISIS QUE VIENE

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Por José Saúl Bautista González/ @JOSABAGO

En realidad, en México, esta crisis lleva al menos 2 años gestándose. Para el primer trimestre de 2018, el mercado ya lo tenía muy claro: el triunfo de Andrés Manuel López Obrador era inminente. Comenzó entonces a acentuarse una desaceleración de la economía nacional que ya traía tendencia moderadamente decreciente. En 2017 el Producto Interno Bruto registró un crecimiento de 2.3%, durante 2016 al 2.7% y durante 2015 al 3.3%; finamente 2018 cerró creciendo al 2%, la cifra más baja desde 2013 que creció al 1.3%.

Siempre se dijo que Andrés Manuel López Obrador era “Un peligro para México” y gran parte de la iniciativa privada no creían el moderamiento de sus posturas económicas mostradas en campaña, había nerviosismo e incertidumbre en el ambiente y eso, la incertidumbre, es lo que más daña el comportamiento de los mercados.

Luego de ganar contundentemente las elecciones presidenciales, el entonces Presidente electo, dio el primer manotazo: canceló una obra de gran trascendencia para nuestro País; la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México en el municipio mexiquense de Texcoco. La mega obra con 30% de avance en su construcción física que resolvería la saturación del aeropuerto “Benito Juárez” y que se convertiría el HUB (puerto de interconexión) más importante de américa después de Houston, no sería concluido para salvar un lago inexistente y por hallazgos de corrupción que después desmentiría el Secretario de Comunicaciones y Transportes, el Ing. Javier Jiménez Espriú.

Entonces, ¿Para qué cancelar el proyecto de infraestructura más importante de lo que va del siglo? Lo aclaró el mismo Presidente: “para separar el poder político del poder económico”. Nadie, en los sectores productivos, leyó bien este acto, lo interpretaron como la forma del Presidente para decir quien mandaba ahora. Desdeñando la importancia de los empresarios mexicanos en nuestra economía, Craso error.

Este acto autoritario inició con la destrucción de la confianza de los inversionistas, no hay garantías para invertir, pensaron y guardaron las chequeras.

Vinieron luego sendos anuncios de mega proyectos como el Nuevo Aeropuerto de Santa Lucía “Felipe Ángeles”, El llamado Tren Maya y la Refinería Dos Bocas. Obras que tienen algo en común: no son ni económica, ni técnicamente viables.

El Aeropuerto de Santa Lucía no tiene el visto bueno de la Asociación del Transporte Aéreo Internacional (IATA, por sus siglas en inglés) que es la organización del ramo más importante en el mundo, quién ha dicho que este aeropuerto no resolverá totalmente el problema de saturación y estará rebasado en 5 años.

El Tren Maya, además de las graves afectaciones al medio ambiente, no tiene el acuerdo de los pueblos indígenas, incluyendo al Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), y, pese a que el Presidente dijo que sería financiado principalmente por la iniciativa privada, finalmente ningún empresario le quiso entrar y al final será financiado totalmente por las arcas públicas. Por todos los Mexicanos (opcional)

La refinería de Dos Bocas es otro capricho presidencial sin ninguna lógica responsable. En lo que países avanzados apuestan por energías renovables, México lo sigue haciendo por los combustibles fósiles. La justificación es que nuestro País no debería importar gasolinas porque es productor de crudo. Lo cierto es que para que la nueva capacidad de refinación opere, ahora se deberá importar crudo ligero propio para este proceso, además que, a juzgar por el avance actual de la construcción, ni en sueños estará terminada en 2021 como lo prometieron y tampoco costará 8 mmdd como lo programaron.

Lo anterior es relevante porque para financiar estos mega proyectos, el gobierno federal ha debido recortar presupuestos a dependencias de promoción económico-turística como FONATUR y extinguir al Consejo de Promoción Turística que llegó a posicionar a México como el 6° país más visitado del orbe.

2019 ya reflejó las consecuencias de estas decisiones. Aunque la economía estadounidense creció 2.3%, por primera vez en 10 años el PIB nacional mostró un crecimiento negativo de – 0.1%, lo que demuestra las razones domésticas en estos resultados. Por otra parte, el gobierno debió echar mano del 50% del Fondo de Estabilización de Ingresos Presupuestarios para completar la recaudación y que está diseñado para enfrentar devaluaciones y desaceleraciones mundiales como la que inicia ahora.

Pemex es otro tema. En 2019 la producción de petróleo cayó 4% y sus ingresos se redujeron 16%. La obcecación presidencial por “meterle dinero bueno al malo” terminó pronto por degradar la calificación de la petrolera a terreno negativo desde junio del año pasado y ahora amenaza con arrastrar a la deuda soberana del país porque, al final, los ingresos del gobierno respaldan la deuda de la empresa productiva del estado.

La cancelación de las llamadas rondas petroleras, la suspensión del gasoducto Tuxpan-Tula son otros eventos que no abonan a la confianza de los capitales, ni aportan a la conocida fórmula para generar riqueza: inversión = + empleo = + recaudación.

La cosa no para ahí, el Presidente no entiende. Ayer en Mexicali se puso en capilla a la cervecera Constellation Brands que invertiría 1500 mdd. Luego de haber cumplido con todos los requisitos de ley, incluidos los estudios de CONAGUA y presentar un 70% de avance en su construcción, una consulta de las que acostumbra el ejecutivo dijo no a la cervecera. Otro golpe a la confianza empresarial.

Y, ¿las perspectivas económicas para este año? Muy mal, todas en decrecimiento, desde el -1.6% de Golman Sachs, hasta el -4.5% de BBVA y Bank of América.

Dado el actual escenario, dónde, ahora sí, el mundo entrará en recesión por la guerra de precios petroleros saudí –rusa y el COVID-19, el país necesitará más recursos, me da miedo pensar de dónde compensará ingresos, cancelar proyectos estratégicos del Presidente sería muy responsable según los expertos; nuevos impuestos o aumento a los existentes -como a las plataformas digitales como Netflix-; contratación de más deuda o reactivación de iniciativas de Morena para disponer de pensiones o reservas internacionales, estas dos últimas parecerían una ocurrencia y sí, se les ocurrió a ellos al iniciar un proceso legislativo para subir iniciativas que finalmente no prosperaron.

La caída en los precios internacionales del petróleo y el coronavirus no es culpa del Presidente López Obrador, pero disminuir las capacidades económicas así como minimizar la pandemia del COVID 19 del país sí es su responsabilidad y, desafortunadamente, estos eventos nos llegan en el peor momento posible.

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