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Todos van a La Villa

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* Rezaron Ante La Morenita: Kennedy, De Gaulle, Juan Pablo II

* En La Villa iniciaron su carrera Tata Cárdenas, LEA y mil artistas

*Al Papa Francisco, la misa criolla lo impactó; dialogo con Ella

 

Joaquín Herrera

CD de México, diciembre/2016 (agencia acento) Todos van a La Villa. Papas Presidentes, artistas, toreros, meseros, boleros, peseros, maestros o alumnos, mineros o mariachis. Un día al año, tienen reservada su visita a la “Patrona de todos”.

Todos van a La Villa: cuando se agota todo recurso de la ciencia, toda esperanza razonable, la única salvación es La Morenita del Tepeyac. “¿Quién, si no Ella?”

Así ha sido para millones que en los últimos cuatro siglos y medio tienen allí, en el Tepeyac su mayor consuelo.

Especialmente todo diciembre, el fervor son grupos que forman ríos multicolores; recorren montañas y cañadas.

La selva de pavimento que es la capital mexicana, el reino de la gasolina, vuelve los ojos al Tepeyac. Se desborda la fe; se desata cantando a coro -rezan en otomí, náhuatl o zapoteco- al hacer caminatas de hasta una semana, para llegar a Ella y rogarle perdón y ayuda.

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Lo hacen los meseros, quinceañeras o recién nacidos que allí sus padres quieren bautizarlos; a Ella le llevan el velo de novia, el certificado de primaria o el título de abogado o médico, votos en forma de brazos o piernas y ojos elaborados en plata u oro, que llenan retablos, muros hasta que tienen que ser retirados para dar  paso a otros miles.

Fue en La Villa donde un jovencito estrenaría su traje de capitán, junto con sus compañeros de “oficio”. Algún día alguien diría que ese joven, ya todo un general y Presidente del país (famoso por expropiar al petróleo y la dignidad nacional)  sería un “comecuras” en público y guadalupano en privado, como Siqueiros; como Diego Rivera y como tantos.

El General, desde pequeño visitaba a La Guadalupana
El General, desde pequeño visitaba a La Guadalupana

Los dos “grandes” del muralismo, pintaron para la Emperatriz de las Américas. Diego acudió a Ella en vísperas de viajar a Texas para operarse de cáncer. Pero no logró sobrevivir a ese flagelo, este fundador y militante del Partido Comunista, pero guadalupano de corazón.

Otro jovencito, que recién se había graduado de abogado en la UNAM, acudía discretamente a iniciar su carrera a Palacio Nacional. Como parte del Grupo Puebla –“alumno” de Rodolfo Sánchez Taboada- apadrinaba ya a un grupo de pilotos aviadores que fueron a ofrecer a La Virgen Morena su título.

Ah y de todos ellos, de Lázaro Cárdenas, Diego o Siqueiros y LEA, hay un archivo fotográfico.

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En el Tepeyac, han iniciado su carrera artística o consagran  su fervor, quienes ya llegaron a la cima:

El entonces Charro Cantor, aparece en una grafica, con Diana Negrete, de brazos, recién bautizada; igual, su “rival” en la pantalla, Pedro, con Irmita Infante y la mamá, famosa actriz tomándose la foto ante la Basílica (antigua, en los años 40).

Hoy las crónicas son de  Angélica Vale, cargando a la cuarta generación de artistas, o Angeliquita, su hija.

Igual, Paulina Rubio, con su hijo Andrea Nicolás, aunque ella dijo que  ese acto fue solo para la foto, porque lo había bautizado en el rito maya, poco antes. Pero Susana Dosamantes, la abuela, aclaró que esa fue una mentira de su hija para hacerse publicidad y que las aguas bautismales cayeron en  la mollera de su nieto, allí, en La Villa.

Cantar las mañanitas a la Virgen es parte del Show en muchos: fue costumbre de María Victoria, Pedro Vargas, Lola La Grande, Lucha Villa o Lucía Méndez, Lucero

Lo hizo el hombre más poderoso de la Tierra, John Fitzgerald Kennedy, enfermo terminal como estaba, en la primavera de 1962 en que vino.

En marzo de 1962, Jacqueline Kennedy (de tocado y traje blanco) y John F. Kennedy
En marzo de 1962, Jacqueline Kennedy (de tocado y traje blanco) y John F. Kennedy

Kennedy se reunía aquí con su amigo  y compañero de dolor, Adolfo López Mateos  -ambos enfermos; ambos rechazados por ser “muy jóvenes” “muy verdes”- como su “alumno”, pos mortem, Enrique Peña.

Kennedy no necesitaba del atentado en Dallas, Texas en noviembre, 18 meses después; su reloj vital tenía una fecha de caducidad muy próxima y quizá vino a despedirse de La Virgen Morena.

El Adonis de Boston, había sobrevivido –casi adolescente- a un bombardeó japonés que partió en dos su lancha torpedera en el Pacifico; logró derrotar  a las élites para ser senador en 1952 y repetir en 1968; más aún, le paspó por encima la alta política, o a Nixon, en 1960. Incluso, venció al prejuicio de un país de protestantes y fue el primer Presidente católico.

Pero Kennedy, no podía con su destino, siendo un estuche de enfermedades: tosferina, sarampión, varicela y escarlatina, antes de los tres años de edad; apendicitis,  parotiditis,  ictericia y asma crónica en la adolescencia, conforme al diario de su madre, Rose Kennedy;  a ello se suma la fractura de un disco vertebral, durante un juego de rugby en su alma mater, Harvard, que lo martirizaba hasta hacerlo llorar de dolor, ya candidato y presidente. Esto hizo que lo rechazaran en la Marina (1941) pero aun así logró combatir dos años, ante la crisis de Peral Harbor, como expone Rose Kennedy, hasta su retiro por el bombardeo en Islas Salomón, que lo hizo llegar a nado a tierra y que sumó una herida en el dorso de por vida. JFK tenía que ser sometido a baños especiales para calmar el dolor, aún con el corsé de metal. Nunca duraba más de 30 minutos un discurso suyo por ello.

John enfrentó lo peor, cuando fue operado de ese disco: recibió los santos oleos… A todo había sobrevivido…Siempre vivió seguido por un hospital rodante, listo a un posible infarto al miocardio y así llegó al aeropuerto del DF, recorrió la ruta de los desfiles con ALM…Y así llegó al Tepeyac.

Jacqueline vivió así un viacrucis de dos años. Sabía que por la sangre de su marido corrían gérmenes de la malaria.

Los médicos de John decían que el hombre más poderoso del planeta estaba condenado a vivir con un shock a lista de espera siempre.

Así, el viaje prohibido por los expertos en seguridad, a Dallas, bien pudo ser un suicidio porque JFK jamás quiso evitar esa cita con el sur de EU. Por eso creció la hipótesis de una especie de suicidio asistido la jira a Texas. Y Kennedy pasó a ser –como su amigo ALM, de México- uno de los Presidentes más querido del siglo XX.

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Fue el caso de Juan Pablo II, que de alguna manera vino a despedirse de La Guadalupana.

Y qué decir de Francisco: hace 10 meses celebró la festividad de Nuestra Señora de Guadalupe en una misa en que pidió que el futuro de América Latina sea en favor de los pobres…Que el porvenir «sea forjado por los pobres y los que sufren, por los humildes, por los que tienen hambre y sed de justicia», afirmó en la eucaristía de la misa concelebrada con 750 sacerdotes.

«Hacemos esta petición porque América Latina es el continente de la esperanza, porque de ella se esperan nuevos modelos de desarrollo», agregó.

La cantante argentina Patricia Sosa cantó piezas de la «Misa Criolla» del también argentino Ariel Ramírez. La efigie de la Virgen de Guadalupe fue colocada en el parte central de la basílica y la ceremonia se desarrolló en castellano.

También participó el Coro Pontificio de la Capilla Sixtina, se entonó el himno guadalupano y dos villancicos del folclore popular que acompañaron una oración que rezó el Pontífice ante miles de fieles.

Una de las oraciones fue en la lengua indígena náhuatl, por ser la misma que la Virgen de Guadalupe habló al indígena Juan Diego.

La Basílica de Guadalupe, el mayor templo católico mexicano construido en Ciudad de México, en el lugar donde según la tradición la Virgen se apareció en varias ocasión a Juan Diego en 1531, la última el 12 de diciembre de ese año. Juan Diego fue canonizado en 2002 por Juan Pablo II.

Con sentidas palabras el Papa suplicó «a la Santísima Virgen María, en su advocación guadalupana, a la Madre de Dios, a la Reina, a la Señora mía, a mi jovencita, a mi pequeña, como la llamó San Juan Diego».

El Pontífice elogió la «Misa criolla», una de las primeras misas compuestas en idiomas vernáculos tras las reformas del Concilio Vaticano II.

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Nadie quiere sustraerse a la devoción e invocarla a Ella: Lo hizo el titán de la resistencia francesa y general de cinco estrellas, Charles de Gaulle.

“Tocado” como estaba, bajo efectos de diabetes, ya estaba virtualmente ciego cuando entró al templo más visitados del mundo, después de El Vaticano.

El héroe de la resistencia francesa, Charles de Gaulle ruega por su salud ante la Morenita del Tepeyac. Después, todavía recorrió en más de 800 giras a toda Francia. Murió nueve años después, de estar en “etapa terminal”.
El héroe de la resistencia francesa, Charles de Gaulle ruega por su salud ante la Morenita del Tepeyac. Después, todavía recorrió en más de 800 giras a toda Francia. Murió nueve años después, de estar en “etapa terminal”.

De Gaulle sólo percibía sombras y ocultaba su pesar atrás de gruesas gafas. Claro, salvo cuando aparecía en ceremonias o eventos especiales. Como cuando era aclamado en el Paseo de la Reforma, al lado del presidente  Adolfo López Mateos, en su visita de 1964.
Ante La Morenita, el héroe de dos guerras doblegó su enorme figura de casi dos metros ante Ella. Y rogó, en francés por, por su vida, católico como era.

Este hombre jamás se sintió doblegado: ni cuando sufrió tres bayonetazos –en hechos de armas en la Primera Guerra Mundial-  ni por el cataclismo vascular como el suyo, como el de un millón de franceses entonces; este trastorno múltiple por la diabetes suele afectar las terminales nerviosas periféricas; una de ellas, toca al nervio óptico; y, cuando alcanza a la retina, viene la ceguera total.

De Gaulle lo sabía y lo “dialogaba” esa vez con La Virgen…

Después de ese evento, Charles De Gaulle se dijo reconfortado. El hombrón lograría recorrer cerca de 890 veces el espacio de Francia en sus mil 500 municipios; enfrentaría la liberación de Argelia (colonia francesa) y Quebec (el reducto en Canadá.
Todavía duró nueve años, tras su visita a México y fue sepultado bajo un  epitafio en que se lee: “Para los hombres pequeños, los mausoleos; para los grandes hombres, una piedra y un nombre” quedó así al lado de su hija, Anne.

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