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DESEO 2023

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Por Samuel Cantón Zetina / @SamuelCanton

En un nuevo año, la pregunta vuelve a ser por qué en México la justicia se consigue a manera de milagro y no como un valor cotidiano y fundamental de la convivencia.

Cuando la justicia no se reduce al mero rasero del que puede pagar un veredicto justo, y del que no, el pueblo tiene que recurrir a la fuerza o a la violencia para lograr el milagro.

El 24 de diciembre, un humilde vendedor de tamales fue arrollado y muerto por un conductor que, ebrio, circulaba a exceso de velocidad.

La policía de Cuautitlán Izcalli hizo su parte, lo que en sí fue ya otro milagro, y detuvo al responsable cerca de su domicilio.

Sin embargo, 48 horas después lo soltó y puso bajo arresto domiciliario (para que pasara Nochebuena y Navidad con los suyos).

Por el estatus económico del difunto, las autoridades del estado de México calcularon que no habría presión o fuerza en la exigencia de justicia.

Los parientes del asesino imprudencial ofrecían indemnización: dinero a cambio de la vida de un pobre.

Como decimos en México, la familia de la víctima “se puso abusada”, y bloqueó carreteras para evitar la vergonzosa impunidad.

El horror tuvo que llegar a Palacio, donde el presidente Obrador, en plena Mañanera, comprometió al gobernador Alfredo del Mazo a revisar el tema.

Este, ni tardo ni perezoso, se echó un clavado en la demagogia: “No debe haber injusticias ni que estas situaciones pasen sin consecuencias”.

“Generoso”, ofreció “acompañamiento” legal y económico a la familia.

No es el punto, ni lo que los deudos de Jorge Claudio Mendoza demandan.

Piden y pedían lo mínimo: que se haga justicia, por elemental derecho, sin tener que cerrar calles o radicalizar protestas.

¿Cuándo habrá justicia real en todos y cada uno de los estados?

¿Cuándo dejará de depender del capricho y de los intereses de los políticos?

¿A qué generación de mexicanos le tocará ver el cambio trascendente de una justicia ejemplar?

En fin: tampoco en este año perderemos la esperanza…

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