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POR Jesús Vaca-Cortés[1] en Twitter: @kronosjvc
La Organización Mundial de la Salud (OMS) clasifica a las violencias como una seria cuestión de salud pública: familias desintegradas, suicidios, falta de inversiones económicas, desesperanza, miedo generalizado, cierre de negocios, linchamientos, problemas psicológicos: depresión, ausentismo laboral, indefensión aprendida, baja tolerancia a la frustración.
También altos índices en consumo de drogas legales o ilegales, lesiones temporales o permanentes, simples o complejos trastornos por estrés postraumático (TEPT), orfandad, traumatismos, pérdidas de miembros corporales, miles de personas muertas, heridos, discapacitados, mutilados, violaciones, tortura.
Se da igualmente el uso de armas de guerra para desmoralizar comunidades, destruir estructuras sociales, dañar rutas para distribución de alimentos, contaminación de aguas, desplazamientos forzados, aumento espectacular de tasas de morbilidad y mortalidad.
Los significados de la violencia
Violencia implica muchas cosas, el vocablo, paradójicamente, es frágil o multisemántico. Escribe José Sanmartín que: “El término <<violencia>> es equívoco, lo que entraña que, a menudo, los discursos sobre la violencia sean inconmensurables y las cifras manejadas sean muy dispares” (Sanmartín, 2007, pág. 9). Ideas y noción de violencia pueden entenderse de diversos modos. En un sentido etimológico, violencia proviene del latín vio.lentia que a su vez, retoma la raíz vis (fuerza) para añadirle el sufijo lentia (que significa un actuar constante).
La palabra violencia, desde este enfoque, significa el uso de la fuerza de modo continuado. En otra dimensión gnoseológica, los estudios sobre la violencia remiten a su oposición, a la búsqueda o al estudio de la paz, (Rivera Beiras 24). No existe un factor que explique por sí sólo por qué una persona se comporta de manera violenta y otra no lo hace (OMS 4).
Un modelo ecológico para entender la violencia debe tener en cuenta factores culturales, mediáticos, económicos, políticos, biológicos, sociales, psicológicos, religiosos, históricos. Estar alertas ante diversas razones que entorpecen el trabajo y los estudios encaminados a explicar, predecir o controlar las violencias.
Algunas parecen obvias: 1) Envejecimiento normativo (las leyes, códigos y normas son obsoletos; no responden a la realidad social contemporánea, 2) Impunidad, 3) Corrupción y 4) Incompetencia, falta de formación y profesionalismo de los actores responsables de responder ante ella, (abuso de autoridad, ejercicio indebido del servicio público). Motivos todos que atentan contra la Paz Positiva.
La respuesta a la violencia
La capacitación utilizada como un antídoto debe llevarse desde los primeros respondientes en los lugares de investigación-intervención, hasta jueces, magistrados y encumbrados ministros, de otra forma seguiremos mirando día tras día, como diarios y noticieros dan cuenta de demonios con rostro de ángel que destazan a su madre y hermana, niños, niñas, adolescentes sicarios, amigos que privan de la vida a su vecino jugando “al secuestro”, sacerdotes pederastas, maltratadores de animales, lores, ladies, banalización del mal, enarboladores de la estupidez, homicidios múltiples disfrazados de novatadas escolares, linchamientos recurrentes animados por la verdad inmaculada de las redes sociales, violencia verbal disfrazada de piropos, alumnos que amenazan a sus profesores, hijas adoptivas que matan a sus padres, porno-senadores, diputeibols.
Cabezas de la Hidra que se multiplican y evolucionan desde conductas cotidianas. Son frecuentes, normalizadas, hasta otras infrecuentes, algunas convertidas en delitos de tasa alta o delitos de tasa baja.
Se van desarrollando niveles de terror progresivo, de tal forma que los estratos superiores permiten inferir, suponer la previa exhibición de violencia en los niveles inferiores, y, lo peor, nos habituamos por sobreexposición a actos cada vez más feroces. La insensibilidad se apodera de la comunidad y, entonces, cualquier tragedia es permitida.
Los violentos se perciben como víctimas
Interesantemente, las y los violentos se perciben como víctimas, argumentan que la violencia es la respuesta ante una violencia previa, creen que su padecimiento les justifica para hacer padecer a otros, “actúan así porque ya antes sufrieron a manos de otros verdugos”. La bondad como pretexto y autojustificación: “lo hice por mis hijos”, “las víctimas y sus allegados lo merecían”, “lo hice por venganza”, “las mujeres sucias están pagando por sus pecados”, “son seres contranaturales”, “en el mundo sólo sobrevive el más fuerte”, “un instinto incontrolable y superior nos domina y obliga a matar, robar, violar, mentir…”, excusas prosiguen:
“Hay un impulso innato hacia la maldad… la violencia está inscrita en nuestros genes… no hay espacio para los débiles… somos violentos por naturaleza… todo esto es un apocalíptico y merecido castigo divino”. La maldad se disfraza como ambición hermosa, un deseo para complacer órdenes superiores, ejemplo de cadenas de mando, trabajo disciplinado y meditado [2].
[1] Doctor en Filosofía y Ciencias Humanas; Maestro en Ciencias (Psicología Social); Especialista en: Psicología Forense y Jurídica; Victimología; Prevención del delito, Perfilador Criminal. Creador del Modelo Multifactorial para la Resolución de Delitos Recurrentes (MURDER). Contacto: jvc.vaca@gmail.com www.jesusbvaca.wordpress.com
[2] Véase el caso de Otto Eichmann. Fue el encargado de la logística que dirigió cuidadosamente a decenas de miles de personas hacia los campos de exterminio durante la Segunda Guerra Mundial.