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Marilyn Monroe, inmortal sex symbol *Hollywood le pagó miles de dólares por un beso y 50 centavos por su alma

Se cumplen 53 años de la muerte de la fulgurante estrella. La actriz fue mucho más que una figura del espectáculo: su imagen se apropió del concepto del glamour e influenció la moda, fue fuente de inspiración para el arte y trepó al primer puesto en el ranking de los símbolos sexuales

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Por Joaquín Herrera / Especial para Expediente Extra / Fotos Históricas

 

Marilyn Monroe vivió como diosa. Y murió hace 53 años porque no soportó la esclavitud de ser la más bella del mundo y su costo: la soledad.

Ahora en el Olimpo del celuloide que la eternizó, se quedó atrapada como el sex symbol que la convirtió en lo inalcanzable, una fantasía eterna.

“Hollywood es un lugar donde te pagan miles de dólares por un beso y 50 centavos por tu alma”.

Foto especial
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Definía la decadencia de su glamour como un encanto esclavizante de la fama: Y siempre se preguntó ¿cómo se escapa de ser la mujer más linda del mundo? ¿Cómo se vive siendo un símbolo?

Y renegaba: “un sex symbol se convierte en una cosa. Y yo simplemente odio ser una cosa”. Marilyn, contra lo que algunos piensa, era sumamente inteligente pero en el mito de la rubia tonta ella supo protagonizar ése papel. Y confesaba su sueño “Tengo demasiadas fantasías sobre ser un ama de casa. Creo que yo misma soy una fantasía”.

Se cumplen 53 años de la muerte de Marilyn Monroe. La actriz fue mucho más que una figura del espectáculo: su imagen se apropió del concepto de glamour. E influenció la moda, fue fuente de inspiración para el arte y trepó al primer puesto en el ranking de los símbolos sexuales.

Las multitudes de ayer y hoy, no han cambiado ni en sus pecados: adoran mitificar. Con Marilyn no hubo esfuerzo. Los íconos como ella se dan solos.

Si algo ha movido al mundo ha sido su erotismo nato; instintivo, esa, la fuerza consustancial al ser humano, tuvo en la Monroe; en esa boca semiabierta un hueco eternamente por llenar.

Esa representación seductora de nuestro anhelo brotó en el Hotel Continental cuando los fotógrafos formaban una nube frente a ella, en pose. Antonio Caballero, autor de la fotografía que diera la vuelta al mundo, narraría por décadas su hazaña como amo de la lente:

El estuvo conteniendo la respiración en espera de que Marilyn cruzara la pierna y la captó espléndidamente en decimas de segundo. Y su gráfica revelaría que Monroe no era rubia, aunque “Los Caballeros las prefieren rubias”, según el hit de la bella de Hollywood.marilyn_monrore_1953

Ella que confesaba a los fotógrafos que, bajo su vestido sólo usaba Chanel No.5. Y el México machista de la postguerra, atrapó a su Afrodita para quedarse con ella por siempre: en cientos de miles de hogares, talleres, gimnasios, fábricas o parabrisas de camiones, estaba (aún está) Marilyn.

Entonces (1952) era cuando todo era México: la Plaza México, la Arena México, el Frontón México, el Cine México. Esto es, la fiesta de luces, de oro y plata, con el toro, los ruedos, la arena y el sol; la lucha libre, más generalizada que la lucha por la vida, con la TV; el tenis de los millonarios que usaban la Plaza de la República aquí para escaparate de autos; y el más democrático de las diversiones, el séptimo arte. De dónde descendió Marilyn.

Imágenes como la de esa boca entreabierta a punto de besar o ser besada –o la de esas caderas, o la de ese vestido matemáticamente elevado por el vapor de una alcantarilla artificial– son las que fundaron el concepto de glamour: ese sueño de los finales felices.

A La Rubia le ubicaban como dueña de un encanto entre indiferente y escurridizo; entre, frágil como imponente.

Marilyn Monroe fue una de esas mujeres que tenían al mundo comiendo de su mano, pero ella siempre en la soledad del pedestal.

Marilyn fue casi por unanimidad la mujer más hermosa del mundo y, por consecuencia, una de las más poderosas. Y aún no supo lo que es ser feliz aunque provocaba fantasías en millones. Nunca pudo ocultar que su tristeza incurable, su aparente inocencia; esa imagen de tonta que suele ser común en la mentalidad de amplios sectores de México respecto a las “gringas” y más si son rubias.

Nace una estrella

Es fama que Hugh Hefner buscaba en esa época de la visita de la Monroe a México, lanzar una revista de desnudos. Sin el dineral que ello implicaría, se le ocurrió recurrir a jovencitas ávidas de fama que posaban para calendarios por unos dólares.

Halló graficas de la entonces desconocida Marilyn Monroe que en 1949 posaba denuda para calendarios y siendo ya entonces una celebridad que tenía a todo EU con la boca abierta, fue un hit la empresa de Hefner.

Y hoy usted y yo conocemos algo del emporio que sería años después Playboy. Después del ‘53, hubo de todo en la vida de Marilyn, menos felicidad cabal. Al mundo tampoco le iba tan bien. Y la Monroe actuó para las tropas estadounidenses en Japón, a unos metros de la guerra en Corea. También actuaba para los hermanos más poderosos del mundo, los Kennedy y para escritores de la talla de Truman Capote ( A Sangre Fría), y para Arthur Miller (El Trópico de Cáncer).7

La actriz contaba que en una fiesta Errol Flynn ­–por cierto amante de Acapulco, donde compartía un club de estrellas de Hollywood– tocaba el piano con su pene. Eran los 50 del amor de una manada irracional para con Marilyn. Actuó en La comezón del séptimo año.

En el inmenso mar de cartas y notas de Marilyn –que ahora se subastan como ropa de reyes– se pueden leer frases como “¡¡¡Sola!!! / Estoy sola-siempre estoy / sola / sea como sea” o siento que la vida se me acerca / cuando lo único que quiero / es morir”.

El escritor italiano Antonio Tabucchi reflexiona en el prólogo de ese libro que consigna textos de Marilyn:
“Si las personas escasamente sensibles e inteligentes tienden a hacer daño a los demás, las personas demasiado sensibles y demasiado inteligentes tienden a hacerse daño a sí mismas”.

Su adicción al alcohol y a los barbitúricos, era en Marilyn lo común para sus compañías de “dolor”: Jackson Pollock, Charlie Parker, Billie Holiday y James Dean. Malo cuando la fama rebasa a sus huéspedes: es la mejor amiga de la autodestrucción.

Y, si no, que se lo pregunten a José José o Lupita Dalesio; hay algo en ese espíritu autodestructivo que parece haberse consagrado como un modo de canonización moderna. Marilyn, como todos ellos, murió en nombre de una sensibilidad denegada, que sólo es reconocida tras la muerte.

Lo mejor que podía pasarle a esa soledad idolatrada por su físico, era morir, pero el mundo jamás se pudo contar interrogantes que durarán cuanto Marilyn siga en la memoria de tantos: ¿Sobredosis o asesinato? ¿Puede un Estado conspirar contra lo más hermoso de su país?

Hoy sería una abuela de 90 años

Marilyn murió a sus 36 esplendores años. Hoy podría ser una abuela de casi 90 años: la muerte la eternizó en sus tremendos 36, antes de que cualquier corrupción se le animase a su carne. Quedó ahí, en sus películas, en sus fotos y en su sorprendente literatura, ofrecida como un sacrificio para nuestra contemplación, como una historia particular de la belleza, con todo lo que lo bello tiene de resplandor y melancolía, con todo lo que la belleza del siglo 20 tuvo de sublime y dolorosa.

La bisexualidad, “Mi pequeño secreto”

Entre mil historias, la mujer más deseada y solitaria de su tiempo, poco será recordada por sus excesos. Por el bisexualismo –entonces motivo de repudio– que la atrapó pocos se habrían enterado, si no es por el libro que entre mil obras se han lanzado al coliseo mundial. “Mi pequeño secreto”, es un nuevo libro sobre la diva. La bisexualidad de Marilyn Monroe.

Pero, de paso, exhibe a otras figuras en el mismo caso que la rubia: revela sus encuentros con Joan Crawford, Bárbara Stanwyck, Marlene Dietrich y Elizabeth Taylor. “No creo que fuera lesbiana, pero sí un espíritu libre”, asegura Jane Lawrence, que desvela sus encuentros sexuales con la diva desde que ella tenía 16 años.

Monroe tenía 30 años y Lawrence sólo 16. Su conflictivo pasado común las unió y se volvieron muy amigas cuando se dieron cuenta que ambas estuvieron en el mismo orfanato y ninguna conocía la identidad de su padre biológico, formándose una amistad inquebrantable hasta 1962, año en el que murió la rubia más deseada del mundo.

Es cierto que tras esta noche de sexo y desenfreno Jane Lawrence descubrió su condición homosexual y la mantuvo, pero Marilyn no. “Cualquiera que sea tu preferencia sexual, no quiere decir nada “amor es amor”, le dijo Marilyn Monroe a la adolescente que lideraba uno de los primeros clubs de fans de la actriz.

Esta es solo una de las confesiones del libro “Marilyn Monroe: my little secret”, de Tony Jerris.

El origen de este provocador documento de cuando el autor y Jane Lawrence se conocieron (en 2001). El escritor escuchó muchas veces el relato de cómo la joven Jane, con tan solo 12 años, se convirtió en parte del club de fans de Marilyn. A partir de los 15 años, la pequeña relación con la actriz se volvió más cercana, hasta el punto de denominarla como el título del libro: “My little secret”.

En 2007 Jane murió, pero Tony continuó con su labor de investigación y fruto de ella nace ese libro que está contada desde la perspectiva de su amiga. El autor asegura que no únicamente ha transcrito las horas de conversación que tenía grabadas sobre el tema, sino que además se puso en contacto con la 20th Century Fox para corroborar fechas y datos del relato.

La malvada Marilyn y su llamada a Jackie

Marilyn Monroe, fallecida hace 53 años, no sólo fue amante de John F. Kennedy. Tuvo la osadía de llamar a Jacqueline, para informarle del amorío con el Presidente. Y le decía en el texto que se casaría con el entonces huésped de la Casa Blanca.

Eso es lo que indica el libro These Few Precious Days: The Final Year of Jack with Jackie, de Christhoper Andersen.

Foto especial
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El sitio web de la revista Vanity Fair hace eco de lo publicado en el libro sobre la llamada telefónica entre Monroe y Jackie Kennedy, quien le dio a la actriz una sarcástica respuesta sobre heredar las responsabilidades de una primera dama y Marilyn resultó ser la humillada.

La Rubia tuvo un trágico final el 5 de agosto de 1962. Jacqueline sobrevivió al magnicidio contra John Kennedy en Dallas, Texas, en noviembre de 1963. Murió casi 40 años después y es recordada como la Primera dama más amada de EU.

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