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*En la silla de Portes Gil o Cárdenas; ahora, la sucesión más competida
*¿Habrá manotazo para abrirle la reja a gobernadores pillos?
*PNR, PRM y PRI, otros estilos, otros retos, otros Méxicos
*La llegada que podría dar luces hacia dónde va el 2018
Joaquín Herrera
CD de México, julio 8/2016 (agencia acento) Como un reloj no puede caminar sin relojero, el PRI se hace abanderar por Enrique Ochoa Reza, ya exdirector de la Comisión Federal de Electricidad, CFE, y va por la revancha, a retomar ese liderazgo aboyado.
El partido supera así las miserias que amordazan su cuerpo. Vuelve a la carga y pone a prueba su capacidad de respuesta a millones de electores que creen en el siempre esperado cambio, cuando las masas se oponen a esfumar a sus leyendas.
Habrá que ver si el partido de ocho décadas, es capaz de soltar el orgullo y levanta el entusiasmo popular.
Este político que arriba al ruedo político electoral, con diez partidos listos a citar; cuando predominan los cojines por sobre el confeti, ocupará la silla del Jefe Máximo de la Revolución, como líder moral, Plutarco Elías Calles, al entonces Partido Nacional Revolucionario (1929) y su primer dirigente formal, Emilio Portes Gil (1930).
Enrique Ochoa Reza sabe que ocupará la silla que fuera por dos años de Lázaro Cárdenas (1930-31).
Como preámbulo a una de las sucesiones presidenciales más competidas y apasionantes, el arribo de Ochoa Reza –y él lo tiene calculado- abre la fosa de los caimanes y suelta así los demonios de todas las fuerzas político electorales.
El hombre que se hará cargo de un partido que gobierna a más de la mitad de los casi 120 millones de mexicanos a través de gobernadores estatales, la mayoría de alcaldes y congresos locales, así como la mayoría en el Congreso de la Unión, tiene enfrente un futuro tan desafiante como incierto, creen sus críticos.
El mayor reto inmediato, será repetir la ruta de los grandes negociadores para decidir sobre la estrategia y candidatos a los gobiernos del Estado de México –el mayor reto después de la sucesión presidencial en cada sexenio- Coahuila y Nayarit.
Ochoa tiene seguro un frente a un toro de pueblo, que da muestras de lo que es capaz; un mal jugador de pókar que farolea y que ha sabido jugar a su favor, aunque arrastre al resto del país.
Ochoa no cree en el clisé de que nada se puede contra la enfermiza intransigencia y la ceguera que acompaña a todo mesianismo, que no es de un solo color. Es el mundo de buenos y malos, que incluye a los que su maestro mismo aborrecía porque –decía- son de los que orinan agua bendita.
Tres PRIes para diversos Méxicos
A Ochoa lo ven como el error de querer enfrentar al lobo con corderos.
Ciertamente no está llegando un Heriberto Jara (líder 1939-40) ni un Rodolfo Sánchez Taboada (1946-52) pero el México de hoy, no es el de la postguerra.
El sitio que ocuparon Agustín Olachea o Alfonso Corona del Rosal (en los cincuentas y 60s) sí tienen similitudes porque nuevamente brotan aquí y allá la violencia en forma de la moderna guerrilla, ahora como azote llamado narcotráfico, frecuentemente mezclado con caudillos del reclamo bajo la infinita sombrilla de los derechos humanos, aunque incluya granadas, bombas molotov y modos que ni los carteles usan abiertamente contra civiles.
Los retos que algún día doblegaron a Manuel Sánchez Vite o a Alfonso Martínez Domínguez, en los 70s, son otra cara cuatro décadas después.
No la tendrá fácil Enrique Ochoa Reza, porque los retos de sus predecesores –Porfirio Muñoz Ledo, Carlos Sansores Pérez o Gustavo Carvajal (en los 70s y 80s) con la gangrena del poder ya en forma del narco, que hoy opera sin fronteras, como la trasnacional mexicana más exitosa. Como el peor veneno para cualquier democracia, por fuerte que sea.
Ahora que esa fuerza trasnacional copta a estudiantes, futuros o presentes gobernadores y legisladores –solo que nadie debe aceptar que es tal- el líder del partido gobernante, tiene ante sí, más de un aliado de ese enemigo que debería ser común.
Ante un enemigo común no hay una fuerza común –por ejemplo de los diez partidos- más bien el oportunismo de sumarse a la tentación. Y ante la pregunta de plomo o plata, abundan quienes no dudan en la respuesta y aumentan las alianzas con el crimen organizado en privado y claman seguridad, en público.
Líderes del PRI buscaron la presidencia, sin éxito
Ningún líder nacional o extranjero puede envidiarle el papel que le espera -con esta rifa del tigre- a Ochoa. Ojalá y su arribo al ruedo no sea de debut y despedida.
Ojalá y tenga menos suerte que Javier García Paniagua (líder por un año en 1981) Pedro Ojeda (1981-82). Sus sucesores, el hidalguense, Adolfo Lugo Verduzco (1982-1986) Jorge de la Vega Domínguez (1986-1988) duraron un sexenio.
Luis Donaldo Colosio ((1988-1992) de ese cargo saltó a la candidatura presidencial, solo para enfrentar su destino, asesinado al emprender la campaña en 1994.
Genaro Borrego Estrada solo duró dos años ((1992-1993); Fernando Ortiz Arana igual (1992-94) aunque Ignacio Pichardo Pagaza, no pasó de un año (1994).
Fueron tiempos en que se abrió el camino para las lideresas: María de los Ángeles Moreno
(1994-95). Luego siguieron los de dos años: Santiago Oñate Laborde (1995-96) Humberto Roque Villanueva (1996-97) y Mariano Palacio Alcocer (1997-99).
Tras de José Antonio González Álvarez (1999) nuevamente, una mujer entró al quite: Dulce María Sauri Riancho (1999-2002).
Luego, Roberto Madrazo (2002-05) segundo líder en saltar de la dirigencia tricolor a la calidad de candidato presidencial, que terminaría en un desastre.
Luego,: Mariano Palacios Alcocer (2005-07) para regresar el sector femenino, con Beatriz Paredes Rangel (2007-2011) sucedida por el caso de debut y despedida de Humberto Moreira Valdés (2011) Cristina Díaz Salazar y luego Pedro Joaquín Coldwell (2011-12), hasta llegar a César Camacho Quiroz (2012-15) y: Manlio Fabio Beltrones (2015-2016).
Tras de la convocatoria respectiva se somete a consideración del Consejo Político Nacional de 710 integrantes y se procede a la votación aunque –como parece- sea el único que levantó la mano.
Como lo ven observadores, quien llega no podrá estar desligado ni del Presidente Peña Nieto, ni del eventual abanderado tricolor.
Esto recuerda anteriores eventos como las vísperas de la sucesión de 1970 a favor de Luis Echeverría (presidente 1970-76), así se cocinó; en 1976 el camino para José López Portillo (presidente 1976.82); como se hizo ante Miguel de la Madrid (1982.88).
Y así, los casos de Carlos Salinas de Gortari (1988.94) Ernesto Zedillo (1994-2000) el último mandamás nacional del tricolor.
Luego, Vicente Fox, que se adjudicó la candidatura del PAN desde su activismo político electoral, años antes, y llegó a la presidencia de la República que ocupó del año 2000 al 2006.
La división del PRI y acciones de traición que muchos adjudican a Ernesto Zedillo, condujeron a la primera derrota tricolor en casi un siglo.
En 2006, al interior del PAN, se reprodujo la estrategia del PRI y se eligió directiva nacional de Acción Nacional, con vistas a la nominación de su candidato, que fue Felipe Calderón, nada cercano a Fox.
Su triunfo fue muy apretado y derrotó a Andrés Manuel López Obrador, por medio punto porcentual.
¿Un “norte” sobre 2018?
Así, el gobernador del Estado de México entonces, Enrique Peña Nieto, se ganó la popularidad más notoria de un presidenciable entonces, aunque el más famoso seguía siendo Andrés Manuel López Obrador. Ahora ¿será este relevo en el PRI un “norte” por donde vendrá la sucesión de 2018?
Las tácticas del tabasqueño, como optar por la violencia, dizque como “protesta” por el “robo” de su vitoria ante Calderón, en 2006 AMLO mostró de lo que está hecho: cortó la capital en dos tajos, con una valla humana (frecuentemente con casas de campañas vacías, pero “intocables”) en la ruta de los desfiles, ya no logró convencer.
En este 2018 los cierres de carreteras y los nexos evidentes con narcoguerrilla pueden afectar a Morena y su líder, salvo que alguien crea que no hay conexión alguna.
En 2012, en que compitió por segunda vez, ya no le creyeron: Peña logró una victoria por casi 7% de votación nacional superior, algo 19 contra 15 millones de votos.
Ahora, el PRI repite escenarios sucesorios. El país nuevamente se cimbra ante “luchadores sociales”, amantes de la paz, de proteger a los pobres o jurar ante Dios que los corruptos son otros, como pregonan los que han sido señalados como fundadores de los “entres” y que no soportan que les copien los priistas de Chihuahua, Quintana Roo o Veracruz.
Parten de la base los herederos de Vicente Fox y Martha con todo e hijos, de que la memoria colectiva suele borrarse rápido.
Los Duarte o los Borge y Medina o Padrés, no distinguen colores en la voracidad.
El relevó en el CEN, el que dejó Manlio Fabio Beltrones tras las derrotas del PRI en este junio, parece ser un norte para observadores, sobre hacia a donde se enfilaría la sucesión mexiquense y la sucesión presidencial, los dos grandes pendientes político electorales de esta era.
Para la población en general, un manotazo de este político, abriendo las rejas a media docena de pillos con permiso para quedarse con los dineros del erario, serviría para su causa, más que cualquier apellido de los que elevaron la dignidad nacional. Pero…