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VIOLENCIA Y PERIODISMO EN MÉXICO

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Foto: comsoc.udg.mx

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Por Elvira Hernández Carballido

“Los periodistas han sufrido en los años que abarca este estudio, diferentes tipos de violencia: física, con ataques que han llegado a la muerte; intimidaciones de diversa índole y la violencia estructural o sistémica ya naturalizada, que incluye bajos salarios, despidos injustificados, falta de seguridad laboral, etcétera.

“Esta violencia ejercida contra los periodistas obedece a las estrategias de control sobre la información (particularmente la relativa a temas de seguridad, pero no sólo a éstos) que han ejercido los poderes constituidos (los gobiernos estatales y municipales) y fácticos (crimen organizado, otros actores) en Veracruz. Estas estrategias pueden llamarse también censura. En ese sentido, estas estrategias pueden adaptarse a las tipificadas como censura por Chalaby (2000), legal, administrativa, violenta y económica.”

 

Celia del Palacio señala con precisión la forma de vida de los y las periodistas en el México de siglo XXI, principalmente en Veracruz. Investigadora siempre comprometida con el análisis crítica del periodismo que se ejerce en nuestro país este años de 2005 nos regala un libro puntual, sensible, solidario y profundo titulado “Violencia y Periodismo Regional en México”. Texto que ella ha coordinado y donde además de su texto ella ha logrado reunir diez más que trazan una geografía dolorosa, de denuncia y muy descriptiva de este oficio que nos permite conocer las noticias al día y que en los últimos años hacer ese labor ha llegado a costar la vida.

Es así como “En Veracruz se aprende a vivir con miedo. Violencia y medios en Veracruz 2010-2014” el recuento de los daños puede dejar sin respiración. Esa región en los últimos años ha sido considerada la más peligrosa para ejercer el periodismo. Entre diciembre de 2010 y octubre de 2015, 15 periodistas han perdido la vida en esta entidad; tres han desaparecido en el mismo periodo son 13 (aunque se sospecha de muchos otros) los que han sido despedidos por causas atribuibles a su enfoque particular de informar; 12 medios de comunicación han sufrido ataques; han ocurrido por lo menos 50 agresiones documentadas que han afectado alrededor de 60 periodistas. Aproximadamente 24 periodistas han tenido que exiliarse por temor a represalias… y es así como el miedo late pero la comunidad periodística no ha dejado de seguir la nota del día, aunque sus vidas corran peligro.

Por su parte, Salvador de León y Emma del Rocío Hernández, presenta un minucioso diagnóstico del periodismo en Aguascalientes. En su estudio retoman la “perspectiva estructural por medio de la violencia que ejerce el estado en la búsqueda del control de la información y que se manifiesta de diversas maneras, que van desde el control de los insumos y vías de transmisión hasta el atentar contra la integridad de las personas que colaboran en ellos”. Hacen referencia a casos de encarcelamiento y despidos injustificados. Destaca que también analizan la forma en que la violencia es presentada en los mismos medios de comunicación de la región y observaron durante los periodos estudiados (gobiernos de Calderón y Peña Nieto) el mantenimiento de las tendencias en la construcción simbólica de la violencia en los medios informativos locales a los largo de los sexenios.

Rutilio García y Salvador Salazar recorren el periodismo y la violencia en Ciudad Juárez y el editorial que reproducen transparente las condiciones en que se ejerce el oficio en una de las entidades que más ha padecido el ambiente de violencia en nuestro país:

“Señores de las diferentes organizaciones que se disputan la plaza de Ciudad Juárez: la pérdida de dos reporteros de esta casa editorial en menos de dos años representa un quebranto irreparable para todos los que laboramos aquí, y en particular para sus familias.

“Hacemos de su conocimiento que somos comunicadores, no adivinos. Por tanto, como trabajadores de la información queremos que nos expliquen qué quieres de nosotros, qué es lo que pretenden que publiquemos o dejemos de publicar para saber a qué atenernos…

“Ya no queremos más muertos. Ya no queremos más heridos ni tampoco más intimidaciones. Es imposible ejercer nuestra función en estas condiciones. Indíquenos, por tanto, qué esperan de nosotros como medio”. (19 de septiembre de 2010, “Diario de Juárez”).”

En “Narrativas de la violencia en Chiapas”, Sarelly Martínez advierte la existencia de 93 publicaciones impresas y la mayoría de ellas poco asumen una postura crítica en torno a las actividades públicas pues dependen para su existencia de los convenios publicitarios que establecen con el gobierno del estado. Hasta 2009 el número aproximado de periodistas era de 300. Si bien en los últimos 20 años no ha sido asesinado ninguno de ellos, sí han existido casos donde han sido ultrajados, golpeados, encarcelados y difamados.  Entre ellos puede citarse a Isaín Mandujano, corresponsal de la revista “Proceso”.

Por su parte, José Luis Lemini Camarillo describe el panorama en Coahuila e identifica que, en la última década, ha sido escenario de luchas intensas entre cárteles rivales, lo que ha traído como consecuencia la violencia contra periodistas por parte de organizaciones criminales. El autor señala que a finales de 2004, el estado se encuentra en el cuarto lugar de los más peligrosos para periodistas. Reconoce que “la violencia criminal no es la única fuerza que merma la libertad de expresión y el ejercicio profesional del periodismo, sino que se suma a una cultura de hostigamiento institucional hacia los periodistas más vulnerables”.

La ciudad de Guadalajara es también objeto de estudio, así Gabriela Gómez, Yarimis Méndez y Montserrat Cortés, hacen una minuciosa radiografía y dan a conocer que con el retorno del Partido Revolucionario Institucional (PRI) se acentúa el acoso a periodistas aunque de manera sorpresiva el gremio protestó tanto por el hostigamiento como por las condiciones laborales que estaban enfrentando. Las autoras hacen mucho énfasis en los cambios en las prácticas periodísticas para obtener información y las consecuencias que ello ha traído para las rutinas del periodista.

Alma Elena Gutiérrez Leyton analiza lo que ocurre en Nuevo León, ella señala que desde el inicio de la guerra contra el narcotráfico “en 2006, surgieron nuevos conceptos en el argot de la nota roja: “topetones”, enfrentamientos, ejecuciones, bloqueos, narcomensajes, “levantones”, ajuste de cuentas, masacres, colgados, o los “malitos” una forma de referirse a los sicarios, narcotraficantes y en general a los miembros del crimen organizado”. Subraya que es la quinta ciudad más violenta del país y menciona a cada periodista desaparecido, agredido o asesinado en la región.

Uno de los textos más impactantes del libro es el titulado “Silenciar el norte: estudio de las influencias ejercidas sobre los periodistas en los estados fronterizos” de Jeannine E. Relly y Celeste González de Bustamante, el primer párrafo de su estudio es ejemplo de ello:

“El reportero de sucesos Armando Rodríguez Carreón fue asesinado a tiros cuando estaba estacionando el auto de su casa en la ciudad fronteriza de Ciudad Juárez, enfrente de su hija de ocho años. Ocho reporteros fueron secuestrados en un mes en Reynosa, una ciudad fronteriza en el norte de México al otro lado de Mc Allen, Texas.  Y durante una semana en el verano de 2012, dos agencias de noticias en la frontera norte fueron atacadas con granadas y disparos “para silenciar la información periodística acerca de grupos criminales”.”

El estado de Sinaloa es minuciosamente visto bajo la lupa de Frida Viridiana Rodelo, al que reconoce como una región con altas tasas de delitos asociados con la delincuencia y la violencia y presenta con detalla las dificultades que enfrentan los trabajadores de los medios al producir y difundir sus mensajes. Advierte que se tienen documentados 11 casos desde 1978. De igual manera, Víctor Hugo Reyna García, presenta una descripción del periodismo, el poder y la inseguridad en Sonora.

Es así como “Violencia y Periodismo Regional en México” presenta una geografía teñida de rojo, como la portada del mismo libro. No hay pesimismo pero sí un análisis muy honesto de las condiciones en que el periodismo de nuestro país se ejerce en este siglo XXI. No hay héroes o elogios, se reconoce el trabajo del periodista pero también se advierte los nexos de poder que muchas veces pueden marcar sus muertes aunque se destaca mucho más que es el compromiso con la denuncia social lo que amenaza al gremio. El inicio del libro no podía ser más puntual con el planteamiento teórico de Mireya Márquez que reitera la importancia de leer esta obra con perspectiva analítica sobre las condiciones del periodismo mexicano de hoy:

El impacto de la violencia criminal en diversas regiones de México en el ejercicio del periodismo se ha incrementado en las últimas décadas. La cultura de impunidad que prevalece en la comisión de delitos ha implicado que los crímenes contra periodistas rara vez se investigan y, menos aún, se resuelven. Por tanto tiende a aumentar la vulnerabilidad y riesgo de los periodistas de sufrir hostigamiento, amenazas, ataques y asesinatos. Los diversos casos regionales que se muestran  en este libro exponen el precario estado de libertad de expresión que se vive en varias regiones del país  y la adopción cada vez más frecuente de la censura o la autocensura como mecanismo implementado por ejecutivos y editores mediante las políticas editoriales del medio o bien como medida adoptada por los propios periodistas. De la misma forma, además de la violencia criminal, en aquellas regiones en donde los mandos medios y altos de las empresas periodísticas, o incluso los propios periodistas, han formado relaciones de connivencia con los poderes políticos, ya sea establecidos o fácticos, hay un espectro más limitado de posibilidades de autonomía profesional para el ejercicio  crítico de un periodismo de investigación.

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