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Por: Samuel Cantón Zetina / @SamuelCanton
Cuando las estrellas dan la impresión de alinearse con Mario Delgado, hay un aspecto que en la contienda por la dirigencia nacional de MORENA tendrá que cuidarse en primera instancia: lo que el presidente López Obrador irá pensando durante el proceso y su desenlace.
Es muy simple: como en 2018, el partido depende casi por completo de AMLO, su principal activo.
Y ahí están, a manera de custodios de la limpieza y transparencia del relevo, el principio de “No mentir, no robar y no traicionar”, y la advertencia del paisano -de hace meses- de que si lo de su organización se convierte en un cochinero, él renunciará y exigirá que se cambie el nombre a MORENA.
No tolerará a “vulgares ambiciosos”.
Si se apuntó como “guardián” de las elecciones, ni modo que deje suelto a su propio establo.
¿Alguien puede vislumbrar al partido con otro nombre y con el presidente fuera?
Hoy, la mayor parte de las encuestas colocan a MORENA al frente de las preferencias.
Pero con AMLO de mariscal…
Habrá dos o tres elementos que influirán en el electorado de aquí a junio: la primera, cómo va en lo general la calificación de Obrador; la segunda, qué tan rápido podrá México disponer de la vacuna contra el COVID-19 -Ebrard es clave-, y la tercera y última, lo que puede crecer la oposición partidista bajo el impulso del bloque de gobernadores “rebeldes”, de los intelectuales interesados (según el presidente) en que regrese el PRIAN, y de personajes como Borolas y Fox.
Aunque primero, el partido tendrá que superar la vara puesta por AMLO.
Tras la batalla por la dirigencia se encuentran las candidaturas, que contrastadas con la ventaja que las mediciones dan a MORENA en la mayoría de los estados, equivaldrá a entregar directamente gubernaturas, senadurías, diputaciones y alcaldías.
En vías de mientras, los sondeos empiezan a inclinarse por Delgado, y en Tabasco, donde el gobernador no se dejó arrebatar el partido, hubo “cargada” de diputados por él.
